sábado, 10 de abril de 2010

SOCIALISMO EN UN SOLO PAIS - STALIN

EL ASCENSO DE STALIN
Aunque las divergencias existieran desde antes, fue la aparición a fines de 1922 de la "troika" integrada por Zinoviev, Kamenev y Stalin como posible bloque dirigente del Partido, lo que desató el debate. En octubre de 1923, casi al mismo tiempo que 46 conocidos dirigentes -Preobrazenski, Rakovsky, Smirnov y otros- reclamaban la reconducción del proceso económico, Trotsky denunció "el régimen de partido" que se estaba creando y la progresiva "burocratización de su aparato". En artículos y folletos posteriores, como El nuevo curso y Lecciones de Octubre, a la vez que acentuaba sus críticas al partido, perfiló lo esencial de su pensamiento: recuperación del espíritu y de los ideales de octubre de 1917, reafirmación de los principios bolcheviques en el PCUS, revolución permanente, y una nueva y más enérgica política económica que impulsase la industrialización y el socialismo. Tal vez, Trotsky se postulase así para asumir la sucesión de Lenin. Pero en cualquier caso, lo hizo muy mal. Sus críticas se alternaron con largos silencios; enfermo, ni siquiera asistió a los funerales de Lenin; desinteresado en la gestión diaria del Partido, no acudía a las reuniones de los órganos de dirección del mismo.
El caso Trotsky revelaba que, bajo la apariencia de unidad que le había dado Lenin, el PCUS estaba profundamente dividido. Tres grandes cuestiones fueron las razones de la ruptura: el ritmo de la industrialización, el papel del sector privado en la economía soviética y el dilema revolución internacional/revolución rusa. Esto último, en concreto, adquirió nuevo y particular relieve cuando, frente a las tesis de Trotsky -que todavía en 1923 creía posible la revolución en Alemania, Bulgaria y China, como la creería posible en Gran Bretaña, en 1926, a la vista de la huelga general que allí tuvo lugar dicho año-, Stalin propuso (1924) la idea del "socialismo en un solo país", esto es, la tesis de que la revolución mundial exigía previamente la consolidación y defensa de la revolución soviética y, por tanto, la subordinación de la política comunista internacional a los intereses de la Unión Soviética.
La contraofensiva de Kamenev, Zinoviev y Stalin hizo que, en enero de 1925, Trotsky dimitiera como comisario de la Guerra. Vino, luego, la ruptura entre Kamenev-Zinoviev, que integraron lo que se llamó Nueva Oposición, y Stalin, por la oposición de aquéllos a la tesis nacional del Secretario General y a la política de contemporización con el sector privado agrario. En diciembre, el XIV Congreso del PCUS aprobó la tesis del "socialismo en un solo país" y desautorizó a la Nueva Oposición. En julio de 1926, el comité central del Partido (donde Stalin contaba ahora con el apoyo de Bujarin, Rykov, Tomsky y otros dirigentes) condenó los métodos "escisionistas" de Trotsky, Zinoviev y Kamenev -que habían aproximado posiciones y formado una poco convincente Oposición unificada- y poco después, los excluyó del Politburó. La evolución de la situación internacional agudizó el enfrentamiento. Los fracasos en 1926-27 de la huelga general británica y del comunismo chino (que se verá en el capítulo siguiente) parecieron dar definitivamente la razón a las tesis nacionales de Stalin. En noviembre de 1927, días después de que la Oposición intentara la celebración de una manifestación en Moscú, el XV Congreso del PCUS acordó la expulsión de Trotsky, Kamenev y Zinoviev. La relación de fuerzas que reveló el Congreso dejaba pocas dudas. Stalin contó con el apoyo de los representantes de 854.000 miembros del partido; Trotsky, con el de unos 4.000. En enero de 1928, Trotsky fue, además, exiliado a Alma-Ata, en Siberia; fue expulsado de la URSS un año después.
El XV Congreso del PCUS significó, por tanto, el triunfo de la concepción nacional-comunista de la revolución que Stalin había ido perfilando en artículos, folletos y discursos, concepción que suponía, de una parte, una reafirmación del poder y de la unidad del Partido (como vanguardia de la clase obrera e instrumento de la dictadura del proletariado), y de otra, el fortalecimiento económico y militar de la URSS. Eso es lo que haría Stalin a partir de 1927-28. Sus objetivos serían la rápida industrialización del país, la colectivización forzosa de la agricultura y la planificación estatal de toda la actividad económica; sus medios, la coerción y la represión, ejercidos a una escala jamás conocida en país alguno, y el encuadramiento de la sociedad a través de una formidable presión propagandística; los resultados: la transformación de la URSS en un gigante industrial y militar y una completa revolución social que cambió definitivamente la sociedad rusa (aunque con un coste humano y económico que literalmente arruinaría a la larga al país).
El cambio se inició con la aprobación en abril de 1929 del I Plan Quinquenal (1928-32), cuyo comienzo se fijó retroactivamente a partir del 1 de octubre de 1928. El Plan aspiraba básicamente al desarrollo de la industria pesada y a la colectivización del 20 por 100 de la agricultura -límite suprimido en 1930- y para ello, fijaba índices de producción, la distribución del PIB, precios y salarios, productividad, plazos fijos para entrega de producción, y muchos otros indicadores económicos. Lo verdaderamente revolucionario eran los cambios que introducía en el mundo agrario. El Plan creaba granjas colectivas, o "koljozes", de 400 hectáreas de extensión, de propiedad cooperativa, en las que se integrarían las explotaciones individuales y minifundios y a las que el Estado asignaría maquinaria y otros recursos; y granjas estatales, o "sovjozes", de propiedad estatal y explotación directa por el Estado, con sus propios funcionarios y trabajadores.
Josè Stalin, Cuestiones de leninismo (extractos)
He aquí lo que dice Marx, en su "Mensaje", sobre la revolución ininterrumpida (permanente), después de haber enumerado una serie de reivindicaciones revolucionario-democráticas, a cuya conquista llama a los comunistas:
"Mientras que los pequeños burgueses democráticos quieren poner fin a la revolución lo más rápidamente que se pueda, después de haber obtenido, a lo sumo, las reivindicaciones arriba mencionadas, nuestros intereses y nuestras tareas consisten en hacer la revolución permanente hasta que sea descartada la dominación de las clases más o menos poseedoras hasta que el proletariado conquiste el Poder del Estado, hasta que la asociación de los proletarios se desarrolle, y no sólo en un país, sino en todos los países predominantes del mundo, en proporciones tales, que cese la competencia entre los proletarios de estos países, y hasta que por lo menos las fuerzas productivas decisivas estén concentradas en manos del proletariado" [14].
En otras palabras:
a) Marx no proponía, en modo alguno, comenzar la revolución, en la Alemania de la década del 50, directamente por el Poder proletario, contrariamente a los planes de nuestros "permanentistas" rusos;
b) Marx sólo proponía que se coronase la revolución con el Poder estatal del proletariado, desalojando paso a paso de las alturas del Poder a una fracción de la burguesía tras otra, para, una vez instaurado el Poder del proletariado, encender la revolución en todos los países. De completo acuerdo con lo enunciado está todo lo que enseñó y llevó a la práctica Lenin en el transcurso de nuestra revolución, aplicando su teoría de la revolución proletaria en las condiciones del imperialismo.
Resulta, pues, que nuestros "permanentistas" rusos no sólo menospreciaban el papel del campesinado en la revolución rusa y la importancia de la idea de la hegemonía del proletariado, sino que modificaban (empeorándola) la idea de Marx sobre la revolución "permanente", haciéndola inservible para su aplicación práctica.
Por eso Lenin ridiculizaba la teoría de nuestros "permanentistas", calificándola de "original" y de "magnífica" y acusándolos de no querer "reflexionar acerca del por qué la vida llevaba diez años, ni más ni menos, pasando de largo por delante de esta magnífica teoría" (el artículo de Lenin fue escrito en 1915, a los diez años de aparecer en Rusia la teoría de los "permanentistas". Véase t. XVIII, pág. 317).
Por eso Lenin tildaba esta teoría de semimenchevique, diciendo que "toma de los bolcheviques el llamamiento a la lucha revolucionaria decidida del proletariado y a la conquista del Poder político por éste, y de los mencheviques, la 'negación' del papel de los campesinos" (v. el artículo de Lenin, Sobre las Dos Líneas de la Revolución, lugar citado).
Eso es lo que hay en cuanto a la idea de Lenin sobre la transformación de la revolución democrático-burguesa en revolución proletaria, sobre el aprovechamiento de la revolución burguesa para pasar "inmediatamente" a la revolución proletaria.
Además, antes se creía imposible la victoria de la revolución en un solo país, suponiendo que, para alcanzar la victoria sobre la burguesía, era necesaria la acción conjunta de los proletarios de todos los países adelantados o, por lo menos, de la mayoría de ellos. Ahora, este punto de vista ya no corresponde a la realidad. Ahora hay que partir de la posibilidad de este triunfo, pues el desarrollo desigual y a saltos de los distintos países capitalistas en el imperialismo, el desarrollo, en el seno del imperialismo, de contradicciones catastróficas que llevan a guerras inevitables, el incremento del movimiento revolucionario en todos los países del mundo; todo ello no sólo conduce a la posibilidad, sino también a la necesidad del triunfo del proletariado en uno u otro país. La historia de la revolución en Rusia es una prueba directa de ello. Únicamente debe tenerse en cuenta que el derrocamiento de la burguesía sólo puede lograrse si se dan algunas condiciones absolutamente indispensables, sin las cuales ni siquiera puede pensarse en la toma del Poder por el proletariado.
He aquí lo que dice Lenin acerca de estas condiciones en su folleto La Enfermedad Infantil:
"La ley fundamental de la revolución, confirmada por todas las revoluciones, y en particular por las tres revoluciones rusas del siglo XX, consiste en lo siguiente: para la revolución no basta con que las masas explotadas y oprimidas tengan conciencia de la imposibilidad de seguir viviendo como viven y exijan cambios; para la revolución es necesario que los explotadores no puedan seguir viviendo y gobernando como viven y gobiernan. Sólo cuando los 'de abajo' no quieren y los 'de arriba' no pueden seguir viviendo a la antigua, sólo entonces puede triunfar la revolución. En otras palabras, esta verdad se expresa del modo siguiente: la revolución es imposible sin una crisis nacional general (que atecte a explotados y explotadores ) [****]. Por consiguiente, para hacer la revolución, hay, en primer lugar, que conseguir que la mayoría de los obreros (o, en todo caso, la mayoría de los obreros conscientes, reflexivos, políticamente activos) comprenda profundamente la necesidad de la revolución y este dispuesta a sacrificar la vida por ella; en segundo lugar, es preciso que las clases gobernantes atraviesen una crisis gubernamental que arrastre a la política hasta a las masas más atrasadas . . ., que reduzca a la impotencia al gobierno y haga posible su rápido derrocamiento por los revolucionarios" (v. t. XXV, pág. 222).
Pero derrocar el Poder de la burguesía e instaurar el Poder del proletariado en un solo país no significa todavía garantizar el triunfo completo del socialismo. Después de haber consolidado su Poder y arrastrado consigo a los campesinos, el proletariado del país victorioso puede y debe edificar la sociedad socialista. Pero ¿significa esto que, con ello, el proletariado logrará el triunfo completo, definitivo, del socialismo, es decir, significa esto que el proletariado puede, con las fuerzas de un solo país, consolidar definitivamente el socialismo y garantizar completamente al país contra una intervención y, por tanto, contra la restauración? No. Para ello es necesario que la revolución triunfe, por lo menos, en algunos países. Por eso, desarrollar y apoyar la revolución en otros países es una tarea esencial para la revolución que ha triunfado ya. Por eso, la revolución del país victorioso no debe considerarse como una magnitud autónoma, sino como un apoyo, como un medio para acelerar el triunfo del proletariado en los demás países.
Lenin expresó este pensamiento en dos palabras, cuando dijo que la misión de la revolución triunfante consiste en llevar a cabo "el máximo de lo realizable en un solo país para desarrollar, apoyar y despertar la revolución en todos los países " (v. t. XXIII, pág. 385).
Tales son, en términos generales, los rasgos característicos de la teoría leninista de la revolución proletaria.