viernes, 13 de agosto de 2010

CRONOGRAMA DE SEMINARIO DE TESIS 2

SEMINARIO DE TESIS II - CRONOGRAMA

FECHA ACTIVIDAD GRUPO LUNES

19/08
23/08 Revisión Protocolos
26/08
30/08 Entrega Planteamiento-Justificación
2/09
6/09 Entrega Objetivos-Hipótesis
9/09
13/09 Entrega Marco Teórico
20/09 Entrega Métodos y técnicas, y Capitulado
23/09
27/09 Entrega Cronograma, fuentes y borrador
30/09
4/10 Retorno borrador. Entrega Introducción -apartados
7/10
11/10 Entrega Protocolo Final Revisión Primer Apartado
14/10
18/10 Entrega Primer Apartado
21/10
25/10 Revisión Segundo Apartado
28/10
4/11/
8/11 Entrega Segundo Apartado
11/11
18/11
22/11 Revisión Tercer Apartado
25/11
29/11 Entrega Tercer Apartado
6/12 ENTREGA TRABAJOS Y CALIFICACIONES FINALES



FECHA ACTIVIDAD GRUPO JUEVES

19/08 Revisión Avance Capítulo I
23/08
26/08 Entrega Introducción Apartados
30/08
2/09 Revisión Primer Apartado
6/09
9/09 Entrega Primer Apartado. Revisión Segundo Apartado
13/09
20/09
23/09 Entrega Segundo Apartado
27/09
30/09 Revisión Tercer Apartado
4/10
7/10 Entrega Tercer Apartado
11/10
14/10 Revisión Cuarto Apartado
18/10
21/10 Entrega Cuarto Apartado
25/10
28/10 Revisión Conclusiones Capitulares
4/11/ Entrega Conclusiones Capitulares y Borrador Capitular
8/11
11/11 Introducción Capítulo II
18/11 Retorno Borradores Capitulo I. Revisión Primer Apartado Cap II
22/11
25/11
29/11 Entrega Segundo Apartado Cap ii
6/12 ENTREGA TRABAJOS Y CALIFICACIONES FINALES

miércoles, 11 de agosto de 2010

SERVICIO SOCIAL

OPORTUNIDAD PARA REALIZAR TU SERVICIO SOCIAL

¿ESTAS EN LOS ULTIMOS SEMESTRES Y AUN NO SABES DONDE REALIZAR TU SERVICIO SOCIAL?

¿TE GUSTARÍA CUMPLIR ESTE TRAMITE EN TUS RATOS LIBRES Y VIA INTERNET?

EL PROFESOR ENRIQUE VILLARREAL RAMOS NECESITA JÓVENES RESPONSABLES QUE LO AYUDEN EN TAREAS DE INVESTIGACIÓN Y DOCUMENTACIÓN.

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Lunes y Jueves, de 11 a 13 hrs, en la Sala de Juntas del CRI
Martes y Viernes, de 18 a 20 hrs., salón A-204
Martes y Viernes, de 20 a 22 hrs., salón B-307

El límite son dos semanas, si estas interesado.

domingo, 8 de agosto de 2010

SEMINARIO DE TITULACION 2 - PROGRAMA

SEMINARIO DE TITULACIÓN II EN RELACIONES INTERNACIONALES CONTEMPORÁNEAS
Dr. Enrique Villarreal Ramos

OBJETIVOS

-Desarrollar el proyecto de investigación elaborado previamente con el fin de terminar su tesis o tesina.
-Que el estudiante entregue al menos un capítulo de su tesis o tesina, aun cuando durante el semestre deberá presentar avances parciales de dicho capítulo.
-Que, en su caso, el alumno también entregue la introducción y la conclusión general de su investigación.
-Que, en su caso, el estudiante presente el borrador general de la tesis o tesina

TEMARIO

Unidad I. Revisión general de los proyectos de investigación
a) Revisión de aspectos teórico-metodológicos
b) Revisión de aspectos de contenido

Unidad II. Revisión de avances de investigación
a) Revisión de estructura capitular (aspectos formales)
b) Revisión de aspectos de contenido

Unidad III. Elaboración de la introducción y conclusión general

a) Redacción de la Conclusión General
b) Redacción de la Introducción
Unidad IV. Presentación del borrador general de la tesis o tesina o del capítulo desarrollado
a) Revisión del borrador general del capítulo
b) Revisión de la introducción y de la conclusión general
c) Revisión del borrador general de la tesis o tesina
FORMA DE TRABAJO Y EVALUACION
Se trabajará en forma de seminario, con la revisión en conjunto de los avances de investigación.
Para la evaluación será fundamental la asistencia y entrega puntual de los avances. Quien cumpla con la asistencia y la entrega puntual de los avances tendrá un punto al final. La entrega puntual del avance –capítulo y(o introducción y conclusión y/b borrador general de la investigación dará nueve puntos, siempre y cuando cumpla con todos los requisitos teórico-metodológicos pedidos.
FUENTES
Las fuentes son variables, dependientes de cada proyecto de investigación

jueves, 5 de agosto de 2010

TEORIAS DE RELACIONES INTERNACIONALES 2 - PROGRAMA

TEORIAS DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES II
Dr. Enrique Villarreal Ramos

OBJETIVOS

Conforme al Programa Oficial:
“Conocer, analizar y aplicar las nuevas propuestas teóricas de la disciplina.
Específicamente:

-Conocer las transformaciones de los debates tradicionales de la disciplina, a fin de ubicar su vigencia explicativa.

-Identificar la ubicación espacio-temporal del surgimiento de nuevos enfoques teóricos de las relaciones internacionales

-Analizar y comparar los enfoques teóricos contemporáneos de las Relaciones Internacionales.

-Aplicar las teorías analizadas y comparadas previamente en estudios de casos internacionales contemporáneos”

TEMARIO

Introducción

-Revisión general del contexto histórico (siglo XX)
-Revisión general del debate idealismo-realismo (1919-1949)

Unidad I. El debate cientificismo-humanismo

-Contexto histórico (primeras dos décadas de la guerra fría)
-Teorías cientificistas: conductistas, cuantitativas, sistemas
-Teorías humanistas críticas

Unidad II. Nuevos debates

-Contexto histórico (tercera y cuarta décadas de la guerra fría)
-Realismo vs Neorrealismo
-Estatocéntricos vs Transnacionalistas

Unidad III. Enfoques contemporáneos

-Contexto histórico (posguerra fría hasta el 2001, aprox)

-Debate neorrealismo vs neoliberalismo

-Enfoques: constructivismo; posmarxismo y Teoría Crítica; regionalismo e Integración; teoría de los Regímenes Internacionales

Unidad IV. Perspectivas globales multidisciplinares

-Contexto histórico (última década)
-Temáticas y problemáticas actuales: ecología, derechos humanos, seguridad, narcotráfico, terrorismo, culturalistas, feminismo, diversidad

FUENTES

- Adorno, Theodor W., “La industria cultural”, en Dorfman, Ariel Imperialismo y medios masivos de comunicación,
Ediciones Quinto Sol, México, 1975.
- Aguilar Monteverde, Alonso, “Naturaleza y alcance de la globalización”, en Aguilar Monteverde, Alonso Globalización
y capitalismo, Plaza y Janés, México, 2002.
- Arriarán, Samuel, Filosofía de la posmodernidad, UNAM, México, 1997
- Arroyo Pichardo, Graciela (coord.), La dinámica mundial del siglo XXI, Grupo Editorial Cenzontle, 2006
- Atina, Fulvio, El sistema político global. Introducción a las relaciones internacionales, Traduc. Juan Trejo Álvarez, Piados, España, 2001.
- Baldwin, David A., “Neoliberalism, Neorealism and World Politics”, en Baldwin, David A., (ed.) Neorealism and
Neoliberalism: The Contemporay Debate, Columbia University Press, New York, 1993.
- Ballesteros, Carlos, “Regiones y Teoría de Sistemas”, en Graciela Arroyo y Alfredo Romero (coords.), Regiones del mundo. Problemas y perspectivas: diálogos para su estudio, PAPIME, DGAPA, UNAM, México, 2002.
- Bárcena Coqui, Martha, “La reconceptualización de la seguridad”, en Seguridad internacional en el siglo XXI: Los teros para América Latina y el Caribe, Senado de la República, México, 2004.
-Carrillo, Jorge y Raquel Partida (coord.), Integración regional y globalización. Fundación Friedrich Ebert, México, 2005
- Cid, Ileana, “Más sobre el debate acerca de la globalización”, en Política y Cultura, núm. 15, UAM-X, México,
primavera 2001.
- Chomsky, Noam, La cultura del terrorismo, Ediciones B., Barcelona, España, 2002.
- Cox, Robert W., "Gramsci y la cuestión de la sociedad civil a fines del siglo XX”, en Dora Kanonssi (comp.), Estudios gramscianos hoy, International Gramsci Society/BUAP/Plaza y Valdés, México, 1998.
- Cuadra, Héctor, “Acerca de los estudios del futuro” en Relaciones Internacionales 50 La transición paradigmática en las Relaciones Internacionales”- Nueva Epoca, vol XIII, enero.abril 1991

- Fawcett, Louise, “Regionalism in Historical Perspective”, en Louise Fawcett and Andrew Hurrell (editors),
Regionalism in World Politics, Oxford Univesity Press, Great Bretain, 1998.
- García Canclini, Néstor, “De la multiculturalidad a la ciudadanía global”, en Blanco Figueroa Francisco Cultura y
globalización. Proyecto dos siglos dos milenios, Excelencia y futuro, núm. 2, Universidad de Colima, México, 2001.
- García Picazo, Paloma, Las relaciones internacionales en el siglo XX: la contienda teórica hacia una visión reflexiva y crítica, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Cuadernos de la UNED, España, 1998.
- Habermas, Jünger, “La modernidad, un proyecto incompleto”, en Foster Hal, et. al., La posmodernidad,
Kairós/Colofón, México, 1998.
- Harnecker, Martha, Haciendo posible lo imposible. La izquierda en el umbral el siglo XXI, Siglo XXI, México, 1999.
- Hobsbawm, Eric J., Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 1998.
-Hoffmann, Stanley H. Teorías contemporáneas sobre las relaciones internacionales, Tecnos, Madrid, 1963
- Hurrell, Andrew “Regionalism in Theoretical Perspective”, in Fawcett and Hurrel, Regionalism… op. cit.
- Ianni, Octavio Teorías de la globalización, Siglo XXI Editores/UNAM, México, 1996.
- Keohane, Robert, “Realism, Neorealism and the Study of World Politics”, en Neorealism and its critics New York,
Columbia University, 1986.
- Keohane, Robert O. (Edit.), Neorealism and its critics, Columbia University Press, Nueva York, 1986.
-Kung, Hans, Una ética mundial para la economía y la política, Editorial Trotta, Madrid, 1999.
- Luhmann, Niklas y Rafael de Giorgy, Teoría de la sociedad, Triana editores-UIA, México, 1998.
- Mariscal, Nicolás, Teorías políticas de la integración europea, Tecnos, España, 2003.
- Mattelart, Armand, Historia de la utopía planetaria,. De la ciudad profética a la sociedad global, Barcelona, PAIDOS, 2000.
- Morin, Edgar, Introducción al pensamiento complejo, Editorial Gedisa, Barcelona, 1995
- Orozco, José Luis, “En torno al nuevo milenio liberal” en Relaciones Internacionales 50, op.cit.
- Peña Guerrero, Roberto, “Ubicación del marxismo en el debate teórico de la disciplina de las relaciones internacionales” en Relaciones Internacionales 50, op.cit.
- Perez Tapia, José Antonio, Filosofía y crítica de la cultura, Editorial Trotta, Madrid, 1995
- Petras, James, “La globalización: un análisis crítico”, en Petras, James y Veltmeyer, Henry, La globalización desenmascarada. El imperialismo del siglo XXI, Editorial Miguel Ángel Porrúa, México, 2003.
- Rioux, Jean-François, et. al., Le néo-réalisme ou la reformulation du paradigme hégémonique en relations
internationales”, en Études Internationales, vol. 19, Francia, marzo 1988.
- Samir, Amin, “El futuro de la polarización global”, en Pablo González Casanova y John Saxe-Fernández, El mundo actual. Situación y alternativas, Siglo XXI editores, UNAM, México, 1996
- Sánchez Mugica, Alfonso, “Posmodernidad y ruptura epistemológica en las Relaciones Internacionales”, en Relaciones Internacionales, núm. 78, CRI/FCPyS/UNAM, sept-dic. 1998.
- Santa Cruz, Arturo, Un debate teórico empíricamente ilustrado: la construcción de la soberanía japonesa, 1853-1902, Universidad de Guadalajara, México, 2000.
- Smith, Steve, “New Approaches to International Theory”, en Baylis, John and Smith, Steve (eds.) The Globalization of World Politics. An Introduction to International Relations, Oxford University Press, Great Bretain, 1997.
-Stiglitz, Joseph, Cómo hacer que funcione la globalización, Taurus, Madrid, 2006
- Touraine, Alain, Critica de la modernidad, FCE, Buenos Aires, 1994
- Touraine, Alain, “La sociedad multicultural”, en Touraine, Alan, ¿Podemos vivir juntos? Iguales y diferentes, México,
FCE, 2003.
-Varela, Hilda, “El discurso neoconservador en relaciones internacionales (aproximación crítica a la teoría social posmoderna) en Relaciones Internacionales 50…op.cit.
- Vilas, Carlos M., “Seis ideas falsas sobre la globalización”, en Saxe-Fernández, John (coord.), Globalización: crítica a un paradigma, IIE/DGPA/UNAM/Plaza & Janes, México, 1999.
-VILLARREAL RAMOS, Enrique, “Globalización: una perspectiva histórica” en Revista Internacional La Nueva Gestión Organizacional, Julio-Diciembre 2006
-Id. “Crisis ambiental global” en Alternativa, Revista trimestral, no.9, año 3, julio-septiembre de 2007.
- Id. Estudios sobre América Latina, Colpos, 2006.
- Id. Ensayos políticos y otros escritos, CUO-Lagarde, México, 2010
- Zacher, Mark W., “Toward a Theory of International Regimes”, en Rothstein, Robert L. (ed.), The Evolution of Theory in International Relations, University of South California Press, USA, 1992.

TALLER DE INVESTIGACION - PROGRAMA

TALLER DE INVESTIGACIÓN EN RELACIONES INTERNACIONALES
Dr. Enrique Villarreal Ramos
PROGRAMA

Objetivo General

Que los alumnos elaboren el protocolo de investigación para la realización de la tesis o tesina, a partir del conocimiento de las diversas etapas del proceso de investigación, desde la determinación del objeto de estudio hasta la planeación de aquel. Ello implica considerar el planteamiento del problema y la justificación del mismo; la definición de los objetivos y las hipótesis; la inclusión de un marco teórico y los métodos y técnicas de investigación, así como el capitulado, el cronograma y las fuentes iniciales para la investigación.

Unidades Temáticas

1. El proceso de investigación: la determinación del objeto de estudio

1.1. Consideraciones teórico-metodológicas generales
1.2. Relaciones Internacionales: campos, líneas y problemas de investigación.
1.3. Tipos y productos de investigación
1.4. La redacción del título de la investigación

2. El proceso de investigación: el planteamiento y la justificación del problema.

2.1. La contextualización de la temática seleccionada.
2.2. La formulación de preguntas de investigación.
2.3. La justificación del estudio: relevancia académica, profesional, institucional y social.

3. El proceso de investigación: los objetivos y las hipótesis

3.1. Los objetivos generales y particulares
3.2. Las metas
3.3. Las hipótesis; tipos de hipótesis

4. El proceso de investigación: el marco teórico, los métodos y las técnicas de investigación

4.1.Las Relaciones Internacionales y ciencias afines
4.2. Paradigmas, teorías y categorías; variables e indicadores
4.3. Métodos y técnicas de investigación.

5. El proceso de investigación: el capitulado.

5.1. La estructura general
5.2. El contexto
5.3. El tema principal
5.4. El análisis o la aportación

6. El proceso de investigación: la planeación y las fuentes.

6.1. El cronograma.
6.2. Tipos de fuentes
6.3. Sitios principales y complementarios.

Fuentes

1. Básica

Cid Capetillo, Ileana y María de los Ángeles Márquez. “Lineamientos generales para la elaboración de proyectos de investigación y para la redacción”, Cuaderno de Relaciones Internacionales, No. 1, CRI, FCPyS, UNAM, México, Primera reimpresión, octubre de 2002, 55 pp.

Fedoseev, P.N.; Rodríguez Solveira, Mariana y Ruzavin, G. (Redactores). “Capítulo V. Los métodos de la investigación teórica”, en Fedoseev, P.N.; Rodríguez Solveira, Mariana y Ruzavin, G. Metodología del conocimiento científico. Editoria de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, pp. 271-295.

González Casanova, Pablo. Las nuevas ciencias y las humanidades. Universidad Complutense, Anthropos, IIS, UNAM, México, 2004, 478 pp.

González Reyna, S. Manual de Redacción e investigación documental. México, Ed. Trillas, 1990.

King, Gary, Keohane, Robert O. y Verba, Sidney. El diseño de la investigación social. La inferencia científica en los estudios cualitativos. Ciencias Sociales, Alianza Editorial, Madrid, 2000, 272 pp.

Maerk, Johannes. “La ‘ciencia cover’ en las ciencias humanísticas y sociales en América Latina”, en Johannes Maerk y Magali Cabriolé. ¿Existe una epistemología latinoamericana?. Universidad de Quintana Roo y Plaza y Valdés, México, pp. 125-133.

Mills, Wright C. La imaginación sociológica. Fondo de Cultura Económica, México, 1961, 236 pp.

Popper, Karl R. “La lógica de la investigación científica”, en Claudio Gutiérrez y Abelardo Brenes (compiladores). Teoría del método en las Ciencias Sociales. Editorial Universitaria Centroamericana (EDUCA), San José de Costa Rica, 1971, pp. 100-112.
Tamayo y Tamayo, M. “El proyecto de la investigación científica”, en El proceso de la investigación científica.

Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo, saber el mundo: el fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI. Traduc. Stella Mastrangelo, 2ª. ed. UNAM, IIICH, Siglo XXI, México, 2002, 306 pp.

Zemmelman, Hugo. “Teoría y epistemología en la construcción del conocimiento”, en Hugo Zemmelman Merino y Marcela Gómez Solano (Coords.). Pensamiento, política y cultura en América Latina. Universidad Nacional Autónoma de México, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Cuernavaca, Morelos, 2001, pp. 37-51.

Zemmelman, Hugo. “Epistemología y política en el conocimiento socio-histórico”, en Johannes Maerk y Magali Cabriolé. ¿Existe una epistemología latinoamericana?. Universidad de Quintana Roo y Plaza y Valdés, México, pp. 11-27.

Zemmelman, Hugo. “Pensar teórico y pensar epistémico. Los desafíos de la historicidad en el conocimiento social”, en Irene Sánchez y Raquel Sosa Elízaga. América Latina: los desafíos del pensamiento crítico. UNAM, FCPyS, Siglo XX, México, 2004, pp. 21-33.

2. Complementaria

Baena Paz, Guillermina. Manual para elaborar trabajos de investigación documental. Editores Mexicanos Unidos, México, 1984, 124 pp.

Maqueo, A.M. Redacción. Ed. Limusa, México, 1993.

Martínez Chávez, Víctor Manuel. Fundamentos teóricos para el proceso del diseño de un protocolo en investigación. Colegio Nacional de Ciencias Políticas y Administración Pública, A.C., Plaza y Valdes Ed., México, 1998, 213 pp.

Forma de Trabajo y Evaluación

-Se trabajará como seminario colectivo y la asistencia será obligatoria.

-Cada etapa del proceso de investigación se evaluará con el producto exigido. Ello significa que el alumno deberá cumplir con fechas predeterminadas (se anexa cronograma de actividades). Para obtener la calificación de 10 deberá entregar el protocolo corregido con las observaciones hechas.
-No se aceptan protocolos que no se hayan revisado durante el curso.

Cronograma


10/08/10 Presentación General del Curso
17/08/10 Delimitación de Tema
20/08/10 Delimitación de Tema
24/08/10 Delimitación del Tema (Límite de Entrega)
27/08/10 Planteamiento del Problema (contexto y preguntas de investigación)
31/08/10 Planteamiento del Problema
03/09/10 Planteamiento del Problema
07/09/10 Planteamiento del Problema (Límite de Entrega)
10/09/10 Justificación (relevancia académica, profesional, social)
14/09/10 Justificación (Límite de Entrega)
21/09/10 Objetivos (propósitos y metas a alcanzar)
24/09/10 Objetivos (Límite de entrega)
28/09/10 Hipótesis General (planteamiento inicial sobre el objetivo a realizar)
01/10/10 Hipótesis General (Límite de Entrega)
05/10/10 Marco Teórico (teorías, categorías y conceptos fundamentales de análisis)
08/10/10 Marco Teórico
12/10/10 Marco Teórico
15/10/10 Marco Teórico (Límite de Entrega)
19/10/10 Método y técnicas de investigación (instrumentos generales y particulares)
22/10/10 Método y técnicas de investigación (Límite de Entrega)
26/10/10 Índice Temático (capitulado con desglose)
29/10/10 Índice Temático
05/11/10 Índice Temático (Límite de Entrega)
09/11/10 Cronograma (etapas y calendarización de la investigación)
12/11/10 Cronograma (Límite de Entrega)
16/11/10 Fuentes y presentación del borrador del protocolo
19/11/10 Fuentes y presentación del borrador (Límite de entrega)
30/11/10 Retorno de borrador corregido
07/12/10 Entrega de la versión final del protocolo

jueves, 13 de mayo de 2010

LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Discurso de Churchill a la Cámara de los comunes.

El discurso de «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor, 13 de mayo de 1940.
Debemos recordar que estamos en las fases preliminares de una de las grandes batallas de la historia, que nosotros estamos actuando en muchos puntos de Noruega y Holanda, que estamos preparados en el Mediterráneo, que la batalla aérea es continua y que muchos preparativos tienen que hacerse aquí y en el exterior. En esta crisis, espero que pueda perdonárseme si no me extiendo mucho al dirigirme a la Cámara hoy. Espero que cualquiera de mis amigos y colegas, o antiguos colegas, que están preocupados por la reconstrucción política, se harán cargo, y plenamente, de la falta total de ceremonial con la que ha sido necesario actuar. Yo diría a la Cámara, como dije a todos los que se han incorporado a este Gobierno: «No tengo nada más que ofrecer que sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor».
Tenemos ante nosotros una prueba de la más penosa naturaleza. Tenemos ante nosotros muchos, muchos, largos meses de combate y sufrimiento. Me preguntáis:
¿Cuál es nuestra política?. Os lo diré: Hacer la guerra por mar, por tierra y por aire, con toda nuestra potencia y con toda la fuerza que Dios nos pueda dar; hacer la guerra contra una tiranía monstruosa, nunca superada en el oscuro y lamentable catálogo de crímenes humanos. Esta es nuestra política.
Me preguntáis; ¿Cuál es nuestra aspiración?. Puedo responder con una palabra:
Victoria, victoria a toda costa, victoria a pesar de todo el terror; victoria por largo y duro que pueda ser su camino; porque, sin victoria, no hay supervivencia. Tened esto por cierto; no habrá supervivencia para todo aquello que el Imperio Británico ha defendido, no habrá supervivencia para el estímulo y el impulso de todas las generaciones, para que la humanidad avance hacia su objetivo. Pero yo asumo mi tarea con ánimo y esperanza.
Estoy seguro de que no se tolerará que nuestra causa se malogre en medio de los hombres. En este tiempo me siento autorizado para reclamar la ayuda de todas las personas y decir: «Venid, pues, y vayamos juntos adelante con nuestras fuerzas unidas.

Carta de Hitler a Mussolini anunciándole la invasión de la URSS (21 de junio de 1941)
Duce:
Os escribo esta carta en unos momentos en que meses enteros de ansiosas deliberaciones y una continuada y enervante espera terminan merced a la decisión que más me ha costado adoptar en mi vida Después de examinar el último mapa sobre la situación de Rusia y después de sopesar otros muchos informes, creo que no puedo adoptar la responsabilidad de seguir esperando y, por encima de todo, creo que no existe otro medio de evitar este peligro (...), a menos que continúe esperando, lo que de todos modos terminaría por conducir al desastre, si no este año, el próximo a lo sumó.
La situación es la siguiente: Inglaterra ha perdido esta guerra. Con el derecho que asiste a los que se ahogan, se agarra a cualquier clavo ardiendo que, en su fantasía, le parece una tabla de salvación. Sin embargo, algunas de sus esperanzas no dejan de hallarse asistidas por cierta lógica, como es natural. Hasta el presente, la Gran Bretaña siempre ha librado sus guerras contando con la ayuda del Continente. La destrucción de Francia —en realidad la eliminación de todas las posiciones occidentales europeas— atrae continuamente las miradas de los belicistas ingleses al lugar por donde trataron de comenzar la guerra: la Rusia soviética.
Ambas naciones, la Rusia soviética e Inglaterra, se hallan interesadas por igual en la existencia de una Europa arruinada y postrada por una larga guerra. Detrás de estos dos países se alzan los Estados Unidos de América, que los incita mientras observa y espera los acontecimientos. Desde la liquidación de Polonia, se ha hecho evidente la existencia en la Rusia soviética de una tendencia consistente que, si bien de una manera cauta y solapada, señala no obstante un firme regreso a la antigua teoría bolchevique de expansión del Estado soviético. La prolongación de la guerra necesaria para alcanzar esta finalidad se conseguiría teniendo las fuerzas alemanas en el Este, para que el Alto Mando alemán ya no pueda garantizar un ataque en gran escala en el Oeste, en especial por lo que se refiere a la aviación (...).
Si las circunstancias me diesen motivo para utilizar las fuerzas aéreas alemanas contra Inglaterra, existe el peligro de que Rusia comience entonces su estrategia de extorsión en el Sur y en el Norte, a la que tendría que someterme en silencio, sencilla mente porque me hallaría dominado por una sensación de inferioridad aérea. Entonces no sería posible para mí, sobre todo al no contar con el adecuado soporte de las fuerzas aéreas, atacar las fortificaciones rusas con las divisiones estacionadas en el Este. Si no deseo exponerme a este peligro, sería posible que transcurriese todo el año 1941 sin que se produjeran cambios en la situación general. Por el contrajo, Inglaterra cada vez estará menos dispuesta a pedir la paz porque depositará sus esperanzas en el aliado ruso. A decir verdad, estas esperanzas irán en aumento, natural mente, a medida que el ejército ruso vaya estando más preparado. Y detrás de todo esto se encuentra la entrega en masa de material de guerra americano, que la URSS confía obtener en 1942 (...).
Por consiguiente, después de exprimirme constantemente el cerebro, he llegado a la decisión de cortar el nudo antes de que se apriete demasiado. Creo, Duce, que con esto brindo probablemente los mejores posibles a nuestra dirección conjunta de la guerra en el año en curso (...).
Adolf Hitler


La Carta del Atlántico,14 de agosto de 1941
El Presidente de los Estados Unidos de América y el Primer Ministro representante del Gobierno de S. M. en el Reino Unido, habiéndose reunido en el Océano, juzgan oportuno hacer conocer algunos principios sobre los cuales ellos fundan sus esperanzas en un futuro mejor para el mundo y que son comunes a la política nacional de sus respectivos países:
1. Sus países no buscan ningún engrandecimiento territorial o de otro tipo.
2. No desean ver ningún cambio territorial que no esté de acuerdo con los vo tos libremente expresados de los pueblos interesados.
3. Respetan el derecho que tienen todos los pueblos de escoger la forma de gobierno bajo la cual quieren vivir, y desean que sean restablecidos los derechos soberanos y el libre ejercicio del gobierno a aquellos a quienes les han sido arrebatados por la fuerza.
4. Se esforzarán, respetando totalmente sus obligaciones existentes, en extender a todos los Estados, pequeños o grandes, victoriosos o vencidos, la posibilidad de acceso a condiciones de igualdad al comercio y a las materias primas mundiales que son necesarias para su prosperidad económica.
5. Desean realizar entre todas las naciones la colaboración más completa, en el dominio de la economía, con el fin de asegurar a todos las mejoras de las condiciones de trabajo, el progreso económica y la protección social.
6. Tras la destrucción total de la tiranía nazi, esperan ver establecer una paz que permita a todas las naciones vivir con seguridad en el interior de sus propias fronteras y que garantice a todos los hombres de todos los países una existencia libre sin miedo ni pobreza.
7. Una paz así permitirá a todos los hombres navegar sin trabas sobre los mares y los océanos.
8. Tienen la convicción de que todas las naciones del mundo, tanto por razones de orden práctico como de carácter espiritual, deben renunciar totalmente al uso de la fuerza. Puesto que ninguna paz futura puede ser mantenida si las armas terrestres, navales o aéreas continúan siendo empleadas por las naciones que la amenazan, o son susceptibles de amenazarla con agresiones fuera de sus fronteras, consideran que, en espera de poder establecer un sistema de seguridad general, amplio y permanente, el desarme de tales naciones es esencial. Igualmente ayudarán y fomentarán todo tipo de medidas prácticas que alivien el pesado fardo de los armamentos que abruma a los pueblos pacíficos.
Franklin D. Roosevelt - Winston Churchill


Discurso de Stalin llamando a la resistencia, 3 de Julio de 1941
¡Camaradas!, ¡Ciudadanos! ¡Hermanos y Hermanas! ¡Hombres de nuestro Ejército y nuestra Marina!. ¡Me dirijo a vosotros, mis amigos!
El pérfido ataque militar a nuestra tierra, iniciado el 22 de junio por la Alemania de Hitler, continua.
A pesar de la heroica resistencia del Ejército Rojo, y aunque las más selectas divisiones enemigas y las mejores unidades de la fuerza aérea han sido hechas pedazos y han encontrado su muerte en el campo de batalla, el enemigo sigue avanzando, lanzando fuerzas de refresco al ataque.
Las tropas de Hitler han logrado capturar Lituania, una considerable parte de Letonia, el Oeste de la Rusia blanca y parte del Oeste de Ucrania. La fuerza aérea fascista está ampliando el ámbito de operaciones de sus bombardeos y está bombardeando Murmanks, Orsha, Mogilev, Smolensk, Kiev, Odessa y Sebastopol. Un grave peligro se cierne sobre nuestro país.
¿Cómo puede haber sucedido que nuestro glorioso Ejército Rojo haya rendido un número de nuestros ciudadanos y distritos a los Ejércitos fascistas? ¿Es realmente cierto que las tropas de la Alemania fascista son invencibles, como es pregonado sin cesar por los jactanciosos propagandistas fascistas? ¡Por supuesto que no!
La historia muestra que no hay ejércitos invencibles, y nunca han existido (...) Lo mismo debe ser dicho hoy del ejército fascista alemán de Hitler. Este ejército aún no se ha encontrado con una seria resistencia en el continente europeo. Sólo en nuestro territorio ha encontrado una resistencia seria, y si como resultado de esta resistencia las mejores divisiones del ejército fascista alemán de Hitler han sido derrotadas por nuestro Ejército Rojo, significa que este ejército, también puede ser machacado y será machacado como lo fueron los ejércitos de Napoleón y Guillermo.
No puede haber duda de que esta efímera ventaja militar para Alemania es sólo un episodio, mientras que la tremenda ventaja política de la URSS es un serio y permanente factor, que tienen el deber de formar las bases para el logro de los éxitos militares decisivos del Ejército Rojo en la guerra contra la Alemania fascista(...)
En caso de una retirada forzosa de las unidades del Ejército Rojo, todo el material rodante debe ser evacuado; al enemigo no debe dejársele ni una sola máquina, ni un solo vagón, ni una sola libra de grano o un galón de fuel. Las granjas colectivas debe ser trasladadas con sus ganados y entregar su grano a la custodia de las autoridades estatales para su transporte a la retaguardia (...) En las áreas ocupadas por el enemigo, unidades guerrilleras, montadas y a pie, deben formarse, los grupos deben organizarse para combatir a las tropas enemigas, fomentar la guerra de guerrillas por todas partes, volar puentes, carreteras (...). En las regiones ocupadas las condiciones deben ser insoportables para el enemigo y todos sus cómplices (...)
Esta guerra con la Alemania fascista no puede ser considerada como una guerra ordinaria. No sólo es una guerra entre dos ejércitos, es también una gran guerra del pueblo soviético contra las fuerzas del fascismo alemán. El objetivo de esta guerra nacional de nuestro país contra los opresores fascistas, no es sólo la eliminación del peligro que pende sobre nuestro país, sino también ayudar a todos los pueblos europeos que sufren bajo el yugo del fascismo alemán.
En esta guerra de liberación no debemos estar solos. En esta guerra tendremos aliados leales en los pueblos de Europa y América, incluidos los alemanes que están esclavizados por los déspotas hitlerianos. Nuestra guerra por la libertad de nuestro país se mezclará con la de los pueblos de Europa y América por su independencia, por las libertades democráticas. Será un frente unido de pueblos defendiendo la libertad y contra la esclavitud y las amenazas de esclavitud del ejército fascista de Hitler (...) Camaradas, nuestras fuerzas son innumerables. La arrogancia enemiga pronto les descubrirá su coste. Juntos en el Ejército Rojo y en la Armada, miles de trabajadores, granjeros colectivos e intelectuales están alzándose para golpear al enemigo agresor(...) Con el fin de asegurar la rápida movilización de todas las fuerzas de las gentes de la URSS, y rechazar al enemigo que traicioneramente atacó nuestro país, ha sido formado un Comité Estatal de Defensa en cuyas manos ha sido delegado enteramente el poder del Estado.
El Comité Estatal de Defensa ha entrado en funciones y ha llamado al servicio militar de nuestro pueblo para reunirse en torno al partido de Lenin-Stalin y alrededor del Gobierno soviético así como abnegadamente para apoyar al Ejército Rojo y a la Armada, para demoler al enemigo y asegurar la victoria.
¡Todas nuestras fuerzas para apoyar a nuestro heróico Ejército Rojo a nuestra gloriosa Armada Roja! ¡Todas las fuerzas del pueblo para la demolición del enemigo! ¡Adelante, a por nuestra victoria!
Stalin


Declaración de guerra de Japón. 8 de diciembre de 1941
Nos, Emperador de Japón por la gracia del cielo, hacemos saber que declaramos la guerra a los Estados Unidos de Norteamérica y al Imperio británico. La nación entera, con voluntad unida, movilizará todas sus fuerzas a fin de que nada sea olvida do para alcanzar nuestros objetivos de guerra.
Asegurar la estabilidad en Asia Oriental y contribuir a la paz mundial son los fines de nuestra política. En verdad que ha sido inevitable y muy alejado de nuestros deseos el ver a nuestro Imperio cruzar ahora sus fuegos con Norteamérica y Gran Bretaña. Más de cuatro años han pasado desde que China no acertó a comprender las verdaderas intenciones de nuestro Imperio y comprometió la paz del Extremo Oriente, aunque el Gobierno nacional chino haya sido restablecido en Nankín y el Japón sostenga con él relaciones de buena vecindad y colaboración. El régimen que continuó viviendo en Chungking ha contado con la protección de Estados Unidos y Gran Bretaña. Estas naciones fomentaron sus preparativos militares en los cuatro costados de nuestro Imperio para desafiarle. Obstaculizaron el comercio en el Pacífico y rompieron, finalmente, las relaciones económicas.
Hemos esperado con paciencia, en la esperanza de que nuestro Gobierno lograría restablecer la paz; pero nuestros adversarios no demostraron el menor espíritu de conciliación. De no poner remedio a este estado de cosas, no solamente se anularían los esfuerzos realizados por nuestro Imperio durante numerosos años para la estabilización del Asia Oriental, sino que se ponía en peligro también la existencia de nuestra nación.Tenemos confianza en que la labor que nos ha sido legada por nuestros antepasados será muy pronto restablecida en el Asia Oriental.

Armisticio de Italia, 3 de septiembre de 1943
Las condiciones de armisticio siguientes son presentadas por el General D. G. Einsehower, Comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas, en virtud de la autoridad que se le ha conferido por los Gobiernos de los Estados Unidos y de la Gran Bretaña, en interés de las Naciones Unidas, y aceptadas por el Mariscal Pietro Badoglio, Jefe del Gobierno italiano:
1. Cesación inmediata de toda actividad hostil por parte de las fuerzas armadas italianas.
2. Italia empleará todos los medios para que sean negadas a los alemanes aquellas facilidades que puedan ser utilizadas contra las Naciones Unidas.
3. Todos los prisioneros o internados, ciudadanos de las Naciones Unidas, deberán ser entregados inmediatamente al Comandante en Jefe Aliado y ninguno de ellos podrá ser ni ahora ni más tarde evacuado a Alemania.
4. Traslado inmediato de la Marina de Guerra y de la Aviación italiana a los puntos indicados por el Comandante en Jefe y estipulación detallada de las condiciones de su desarme.
5. La Marina Mercante italiana podrá ser requisada por el Comandante en Jefe Aliado para las necesidades de su programa militar-naval.
6. Rendición inmediata de Córcega y de todos los territorios italianos tanto insulares como metropolitanos a los Aliados, para ser utilizados como bases de operaciones o para los demás fines que los Aliados puedan juzgar útiles.
7. Garantía inmediata de libre utilización para los Aliados de todos los campos de aviación y puestos militares del territorio italiano por las fuerzas alemanas. Estos puestos y terrenos deberán ser protegidos por las fuerzas armadas italianas mientras no se ocupen por los Aliados.
8. Regreso inmediato a Italia de todas las fuerzas armadas italianas que toman parte en la guerra actual, cualquiera que sea la región en que estas fuerzas están combatiendo actualmente.
9. Garantía del Gobierno italiano de que en caso de necesidad serán empleadas todas las fuerzas armadas de que él disponga en el cumplimiento pronto y exacto del presente armisticio.
10. El Comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas se reserva el derecho de adoptar todas las medidas que juzguen necesarias en protección de los intereses de las Fuerzas Aliadas para la realización de la guerra, y el Gobierno de Italia se compromete a adoptar todas las medidas administrativas o de cualquier otro carácter que puedan ser ordenadas por el Comandante en Jefe; en particular, el Comandante en Jefe establecerá el Gobierno militar aliado en las partes del territorio italiano donde lo juzgue necesario para el interés militar de las Naciones Unidas.
11. El Comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas tendrá pleno derecho a imponer todas las medidas de desarme, de desmovilización y desmilitarización.
12. Las otras condiciones de orden político, económico y financiero que Italia estará obligada a cumplir, le serán comunicadas en fecha posterior.

Declaración de Dumbarton Oaks sobre las Naciones Unidas, 7 de octubre de 1944
Debería establecerse un organismo internacional con el nombre de Naciones Unidas, cuyo Estatuto contemplara las disposiciones necesarias para hacer efectiva las propuestas siguientes:
I. Los fines del Organismo deberían ser:
1. Mantener la paz y la seguridad internacionales; y con este fin, tomar medidas colectivas efectivas para la prevención y eliminación de las amenazas a la paz y la su presión de actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz, y para lograr por medios pacíficos el ajuste y la solución de controversias internacionales que pudieran derivar en quebrantamientos de la paz.
2. Fomentar relaciones de amistad entre las naciones y tomar otras medidas adecuadas para fortalecer la paz universal.
3. Lograr la cooperación internacional en la solución de los problemas económicos y sociales y otros problemas humanitarios internacionales.
4. Proporcionar un centro donde armonizar la acción de las naciones en la consecución de estos fines.
II. Para lograr los fines expuesto en el capítulo I, el Organismo y sus miembros deberían actuar de acuerdo con los principios siguientes:
1. El Organismo se fundamenta en el principio de la igualdad soberana de todos los Estados amantes de la paz.
2. A fin de asegurar a todos los Miembros los derechos y beneficios inherentes a la condición de Miembros de la Organización, éstos se comprometen a cumplir con las obligaciones por ellos asumidos en conformidad con el estatuto del Organismo.
3. Los Miembros del Organismo deberán dirimir sus controversias por medios pacíficos de modo que no se quebranten la paz y la seguridad internacionales.
4. Los Miembros del Organismo se abstendrán de usar en sus relaciones internacionales la amenaza o la fuerza en cualquier forma que sea incompatible con los fines de la Organización.
5. Los Miembros del Organismo prestarán toda clase de ayuda al organismo en cualquier acción que éste emprenda, en conformidad con las disposiciones del Estatuto.
6. Los Miembros del Organismo se abstendrán de prestar ayuda a un Estado contra el cual el Organismo esté desarrollando alguna acción preventiva o compulsiva.
El Organismo debería garantizar que los Estados que no son miembros de él actuarán de acuerdo con los principios expuestos hasta donde fuera necesario para mantener la paz y la seguridad internacionales.
III. Todos los Estados amantes de la paz deberían tener la oportunidad de ser miembros.
IV. 1. El Organismo debería tener como cuerpos principales los siguientes: a) una Asamblea General; b) un Consejo de Seguridad; c) una Corte de Justicia y d) una Secretaría. (...)

Los Acuerdos de Teherán, 1 de diciembre de 1943
Las Potencias participantes en la Conferencia han convenido:
1. Que en Yugoslavia, los partisanos deben recibir todo el material y equipo que sea posible y que también deben ser ayudados por operaciones de comandos.
2. Que, desde el punto de vista militar, es altamente deseable que Turquía entre en guerra junto a los Aliados antes de fin de año.
3. Tomar nota de la declaración del mariscal Stalin en el sentido de que si Turquía entra en guerra contra Alemania y, en consecuencia, Bulgaria declara la guerra a Turquía, o la ataca, la URSS se pondrá inmediatamente en estado de guerra contra Turquía. Las Potencias presentes en la Conferencia estiman además que podrán valerse de este hecho explícitamente en las próximas negociaciones para hacer entrar a Turquía en la guerra.
4. Tomar nota de que la "Operation Overlord" (lo que posteriormente fue el desembarco en Normandía) será desencadenada en mayo de 1944, en conexión con una operación en el sur de Francia. Esta última operación se emprenderá en las proporciones permitidas por la importancia del material de desembarco. Además, la Conferencia toma nota de la declaración del mariscal Stalin, según la cual las tropas soviéticas desencadenarán una ofensiva, casi en el mismo momento, para impedir el transporte de tropas alemanas del frente del Este al frente del Oeste.
5. Convenir que los Estados Mayores militares de las tres potencias deberán permanecer desde ahora, en estrecho contacto a la vista de la inminencia de las operaciones en Europa. Se ha decidido, en particular que los Estados Mayores deberán establecer para estas operaciones, un segundo plan destinado a engañar al enemigo e inducirlo al error.
F. D. Roosevelt - J. Stalin - W. Churchill

Acuerdos de la Conferencia de Yalta: declaración sobre la Europa liberada, 4/11 de febrero de 1945
El Premier de la Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, el primer Ministro del Reino Unido y el Presidente de los Estados Unidos de América serán consultados en el interés común de los pueblos de sus países respectivos y de los de la Europa liberada. Afirman conjuntamente su acuerdo para determinar una política común de sus tres Gobiernos durante el período temporal de inestabilidad de la Europa liberada, con el fin de ayudar a los pueblos de Europa liberados de la dominación de la Alemania nazi, y a los pueblos de los antiguos Estados satélites del Eje, a resolver por medios democráticos sus problemas políticos y económicos más apremiantes.
El establecimiento del orden en Europa y la reconstrucción de las economías nacionales deben realizarse mediante procedimientos que permitan a los pueblos liberados destruir los últimos vestigios del nazismo y del fascismo y establecer las instituciones democráticas de su elección. Estos son los principios de la Carta del Atlántico: derecho de todos los pueblos a elegir la forma de gobierno bajo la que quieren vivir; restauración de los derechos soberanos y de autogobierno en beneficio de los pueblos que fueron privados por las potencias agresoras.
Con el fin de crear las condiciones en las cuales los pueblos liberados podrán ejercer estos derechos los tres Gobiernos ayudarán conjuntamente a los pueblos de todo Estado liberado de Europa, o todo Estado europeo antiguo satélite del Eje, cada vez que estimen que la situación lo exige: a) Para crear las condiciones de la paz interior; b) Para adoptar las medidas de urgencia destinadas a socorrer a los pueblos desamparados: c) Para constituir autoridades provisionales gubernamentales amplia mente representativas de todos los elementos democráticos de estas poblaciones y que se comprometerán a establecer, tan pronto como sea posible, mediante elecciones libres, gobiernos que sean la expresión de la voluntad de los pueblos, y d) Para facilitar en todos los lugares donde sea necesario tales elecciones.
Los tres Gobiernos consultarán a las demás Naciones Unidas y a las autoridades provisionales o los otros Gobiernos de Europa, cuando se examinen problemas que les interesen directamente.
Cuando los tres Gobiernos estimen que las condiciones en un Estado libre de Europa o en un país anteriormente satélite de Europa hacen necesaria una acción determinada, se consultarán inmediatamente acerca de las medidas a tomar para asumir sus responsabilidades comunes definidas en la presente declaración.
Por esta declaración reafirmamos nuestra fe en los principios de la Carta del Atlántico, nuestra fidelidad a la Declaración de las Naciones Unidas y nuestra determinación de construir en cooperación con las otras naciones pacíficas, un orden mundial que se inspire en las leyes de la paz, de la seguridad, de la libertad y del bienestar general de toda la humanidad.
Al publicar esta declaración, las tres potencias expresan la esperanza de que el Gobierno Provisional de la República Francesa quiera asociarse a ellas mediante el procedimiento sugerido.
J. V. Stalin - F. D. Roosevelt - W. Churchill

Capitulación de la Alemania nazi Reims, 7 de mayo de 1945
1. Nosotros, los abajo firmantes, en nombre del Alto Mando alemán, entregamos por el presente instrumento, sin condiciones al Mando Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y, al mismo tiempo, al Alto Mando Soviético todas las fuer zas terrestres, navales y aéreas que hasta el presente estaban bajo control alemán.
2. El Alto Mando alemán dará inmediatamente a todas las autoridades milita res, navales y aéreas alemanas y a todas las fuerzas que están bajo control alemán la orden de cesar todas las operaciones activas a las 23,01 horas, de la Europa Central, del 8 de mayo, y de permanecer en las posiciones que ocupen en aquel momento. Ningún navío, embarcación o avión podrá ser hundido o destruido y las respectivas quillas, máquinas y equipos no podrán ser objeto de daño alguno.
3. El Alto Mando alemán transmitirá inmediatamente a los Comandantes interesados todas las demás órdenes dadas por el Comandante supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y por el Alto Mando soviético y garantizará su cumplimiento.
4. La presente Acta de rendición militar se hace sin perjuicio de otra y se sustituirá por un acta general de capitulación impuesto por las Naciones Unidas o en nombre de ellas y aplicable a toda Alemania y a las fuerzas armadas alemanas.
5. En el caso de que el Alto Mando alemán o ciertas fuerzas puestas bajo su control no se conformen con la presente acta de rendición, el Comandante Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas y el Alto Mando soviético adoptarán medidas punitivas o aquellas otras que juzguen apropiadas.
En nombre del Alto Mando alemán: Jodl En presencia: Por el Mando Supremo de las Fuerzas Expedicionarias Aliadas W. B. Smith. Por el Alto Mando soviético:
Ivan Susparoff. Por el Alto Mando francés: General F. Sevez.
Reims (Francia) a las 02:41 del 7 de mayo de 1945

Carta de las Naciones Unidas (fragmento), 26 de junio de 1945
Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra que dos veces durante nuestra vida ha infligido a la Humanidad sufrimientos indecibles, a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en 1a dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas, a crear condiciones bajo las cuales puedan mantenerse la justicia y el respeto a las obligaciones emanadas de los tratados y de otras fuentes del derecho internacional, a promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de la libertad, y con tales finalidades a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos, a unir nuestras fuerzas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, a asegurar, mediante la aceptación de principios y la adopción de métodos, que no se usará; la fuerza armada sino en servicio del interés común, y a emplear un mecanismo internacional para promover el progreso económico y social de todas los pueblos, hemos decidido aunar nuestros esfuerzos para realizar estos designios
Por lo tanto, nuestros respectivos Gobiernos, por medio de representantes reunidos en la ciudad de San Francisco que han exhibido sus plenos poderes, encontrados en buena y debida forma, han convenido en la presente Carta de las Naciones Unidas, y por este acto establecen una organización internacional que se denominará las Naciones Unidas.
CAPITULO I : PROPOSITOS Y PRINCIPIOS
Artículo 1
Los Propósitos de las Naciones Unidas son:
1. Mantener la paz y la seguridad internacionales, y con tal fin: tomar medidas colectivas eficaces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz;
2. Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y tomar otros medidas adecuadas para fortalecer la paz universal;
3. Realizar la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico, social, cultural o humanitario, y en el
desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades
fundamentales de todos, sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o
religión; y
4. Servir de centro que armonice los esfuerzos de las naciones por alcanzar
estos propósitos comunes.
Artículo 2
Para la realización de los Propósitos consignados en el Artículo 1, la Organización y sus Miembros procederán de acuerdo con los siguientes Principios:
1. La Organización esta basada en el principio de la igualdad soberana de todos sus Miembros.
2. Los Miembros de la Organización, a fin de asegurarse los derechos y beneficios inherentes a su condición de tales, cumplirán de buena fe las obligaciones contraídas por ellos de conformidad con esta Carta.
3. Los Miembros de la Organización arreglarán sus controversias internacionales por medios pacíficos de tal manera que no se pongan en peligro ni la paz y la seguridad internacionales ni la justicia.
4. Los Miembros de la Organización, en sus relaciones internacionales, se
abstendrán de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad
territorial o la independencia política de cualquier Estado, o en cualquier otra
forma incompatible con los Propósitos de las Naciones Unidas.
5. Los Miembros de la Organización prestaron a ésta toda clase de ayuda en
cualquier acción que ejerza de conformidad con esta Carta, y se abstendrán de dar ayuda a Estado alguno contra el cual la Organización estuviere ejerciendo acción preventiva o coercitiva.
6. La Organización hará que los Estados que no son Miembros de las Naciones Unidas se conduzcan de acuerdo con estos Principios en la medida que sea necesaria para mantener la paz y la seguridad internacionales.
7. Ninguna disposición de esta Carta autorizará a las Naciones Unidas a
intervenir en los asuntos que son esencialmente de la jurisdicción interna de los Estados, ni obligará; a los Miembros a someter dichos asuntos a
procedimientos de arreglo conforme a la presente Carta; pero este principio no se opone a la aplicación de las medidas coercitivas prescritas en el Capítulo…

Capitulación de Japón, 10 de agosto de 1945
Obedeciendo las órdenes graciosas de Su Majestad el Emperador, que preocupa do siempre de favorecer la causa de la paz mundial desea ardientemente poner fin rápido a las hostilidades para evitar a la humanidad las calamidades que le sobrevendrían con la prolongación por más tiempo de la guerra, el Gobierno japonés hizo un llamamiento hace algunas semanas a los buenos oficios del Gobierno soviético, con el cual mantenía entonces relaciones de neutralidad, para restablecer la paz entre el Japón y las potencias enemigas.
Habiendo desgraciadamente fracasado esta tentativa el Gobierno japonés de acuerdo con la augusta voluntad de Su Majestad de restablecer la paz general y deseosos de poner fin, lo más rápidamente posible, a los sufrimientos indecibles caus dos por la guerra, decidió lo que sigue:
El Gobierno japonés está dispuesto a aceptar las condiciones enumeradas en la declaración común publicada el 26 de julio de 1945 en Potsdam, por los Jefes de los Gobiernos de los Estados Unidos de América, de la Gran Bretaña y de China, y firmada más tarde por la Unión Soviética, declaración que acredita no contener ninguna exigencia que afecte a las prerrogativas de Su Majestad como Soberano reinante. El Gobierno japonés espera sinceramente que esta interpretación de la declaración esté bien fundada y desea vivamente recibir a este propósito rápidamente una indicación explícita.

viernes, 7 de mayo de 2010

LA GUERRA INMINENTE

La preparación de la guerra

Si en 1920 provoca una gran impresión la aparición del libro de John Maynard Keynes, The Economic Consequences of the Peace, en 1925, la firma de los acuerdos de Locarno parecía abrir el camino a una revisión ordenada y pacífica de las fronteras de Alemania. En este sentido, el apaciguamiento de los años treinta podía interpretarse como la continuación de la política de Locarno, esta vez aplicada a las fronteras del este. En Locarno, los protagonistas -Francia, Alemania, Bélgica, Gran Bretaña e Italia- habían sido los lógicos si se quería alcanzar un acuerdo consistente en el oeste. Pero en Munich hay dos ausencias muy significativas: la de Checoslovaquia, el país al que se le plantea el problema de los Sudetes, y la Unión Soviética, el Estado garante, con Francia, de la independencia checoslovaca.
El antagonismo entre las potencias partidarias y adversarias del statu quo, que se ha puesto de manifiesto a lo largo de las crisis que se suceden entre el otoño de 1935 y el otoño de 1938, tendrá importantes consecuencias en la política de armamentos y en la asunción de compromisos diplomáticos.
Alemania: su régimen político tiene, como uno de sus objetivos esenciales, preparar los elementos que permitan una política de fuerza. Hitler impone al rearme alemán un ritmo que sorprende hasta a sus generales. Según el plan de 1935, el Ejército alemán debía contar con 36 divisiones, pero en 1938 tiene 42; los efectivos en tiempo de paz alcanzan 1.500.000 hombres, sin contar las fuerzas paramilitares, calculadas en 405.000 hombres. Estas cifras aumentan después de las anexiones de 1938, al sumar el Reich diez millones de nuevos habitantes. Este ejército dispone de un conjunto de doctrinas militares que rebasan ampliamente las enseñanzas de la Primera Guerra Mundial, al dar particular importancia al papel de la aviación y al empleo masivo de los carros de combate; además, se apoya en una plataforma económica que orienta la producción hacia la preparación de la guerra, en la educación militar de la juventud, y en unos servicios de información y de propaganda encargados de eliminar cualquier disidencia interna. Teniendo en cuenta el proceso de rearme de sus enemigos, Hitler prepara la guerra para los años 1939-1943.
Italia: Tras la victoria obtenida en Abisinia, el régimen fascista se consolida y la autoridad del Duce queda firmemente asegurada. Gracias a su política demográfica, Italia cuenta con 43.500.000 habitantes y, a finales de 1938, su ejército dispone de 50 divisiones de línea y de 14 divisiones especiales (montaña, motorizadas y acorazadas); su flota de guerra tiene 12 grandes unidades (ocho acorazados y cuatro cruceros), y su aviación, cerca de 2.000 aparatos. En el terreno de la renovación de las doctrinas tácticas y estratégicas, los italianos han ido por delante de los alemanes; escuchando a Mussolini, no parece haber duda de que esa fuerza será utilizada: "Sólo la guerra eleva al máximo de tensión todas las energías humanas e imprime un sello de nobleza a los pueblos que tienen el valor de afrontarla".
Francia: hasta 1935, la crisis económica frena los proyectos de rearme. En octubre de 1936 se decide ejecutar un plan de cuatro años, pero su realización tropieza con la falta de recuperación del país. Pese a las grandes dificultades económicas, hay que buscar la causa del comportamiento exterior de Francia en el estado de ánimo de la nación. La burguesía se siente mucho más preocupada por el peligro bolchevique que por las amenazas de alemanes e italianos y todas las instituciones del Estado parecen paralizadas. Las insuficiencias generales se acentúan con las convicciones estratégicas del Estado Mayor, que, aferrado a los recuerdos de la Primera Guerra Mundial, parece confiar únicamente en la eficacia de las fortificaciones, con lo que Francia no disponía del ejército adecuado para cumplir las líneas generales de su política exterior y proporcionar a sus aliados del este de Europa la ayuda prometida.
Gran Bretaña: aunque a lo largo de los años treinta disfruta de una gran estabilidad política, los conservadores no aprovechan su gran libertad de acción para realizar una política exterior activa. Hasta 1936, el Gobierno no reconoce el deplorable estado de sus fuerzas terrestres y aéreas y la necesidad de rearme. El plan, presentado en febrero de 1937, se demorará por dificultades financieras.
Unión Soviética: a partir de 1938, un gran esfuerzo de industrialización transforma el potencial de guerra de este país. Pero el régimen soviético se ha enfrentado en 1936 y 1937 a una importante crisis interior. Los grandes procesos se suceden.. En junio de 1937, el mariscal Tukhachevski, comandante de la circunscripción militar del Volga, es acusado de alta traición. A continuación, los oficiales superiores del Ejército Rojo son revocados a centenares y sustituidos por hombres de confianza que desconocen las nuevas doctrinas militares. Los observadores occidentales no creen que las fuerzas soviéticas, en esas condiciones, puedan ser empleadas eficazmente; si unimos a esto las reservas político-ideológicas, entenderemos las dificultades para que los occidentales se decidan a buscar seriamente la alianza de la Unión Soviética.
Sin duda, el hecho más importante de la nueva situación diplomática es la formación del Eje Berlín-Roma, acuerdo establecido entre Alemania e Italia que se prolonga hacia Japón y Yugoslavia. Si resulta clara la necesidad de Hitler de contar con el punto de apoyo que Italia le podía proporcionar, es más problemático el beneficio que Mussolini obtenía con un acercamiento a Alemania que le obligaba a renunciar a sus anteriores planes para la Europa danubiana. La aproximación italo-alemana se produce en los últimos meses del año 1936: el 23 de septiembre, el Gobierno alemán expresa a Italia su deseo de colaboración; durante los días 21-24 de octubre, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores italiano, el Conde Ciano, decidido partidario de la alianza alemana, viaja a Berlín y Berchtesgaden, donde declara, junto con su colega alemán, la intención italo-germana de actuar en común en favor de la paz y en contra del peligro comunista; finalmente, el 1 de noviembre, Mussolini pronuncia en la plaza del Duomo, de Milán, su famoso discurso en el que se refiere a la "entente" que une al Eje Berlín-Roma. Durante el año 1937, el Eje se prolonga: el 25 de marzo, el Gobierno yugoslavo, que se había ido acercando a Alemania en el terreno económico, liquida sus diferencias con Italia y se compromete a concertarse con ella en el caso de que se produzcan complicaciones exteriores; el 6 de noviembre, el Gobierno japonés, que un año antes, el 25 de noviembre de 1936, había firmado con Alemania un pacto anti-soviético -el Pacto Anti-Komintern-, se acerca también a Italia sin definir la naturaleza de las obligaciones que mutuamente aceptaban.
De hecho, tanto el Pacto Anti-Komintern como el Eje Berlín-Roma se nos presentan como ejemplos de un nuevo estilo diplomático que, para entendernos, podemos llamar vitalista; no estamos ante acuerdos jurídicos que definen con precisión las obligaciones de cada parte; estamos ante algo vital: un acuerdo entre jefes de distintas comunidades nacionales, algo que casa bien con la ideología irracionalista en la que se apoyan, mostrando en su terminología cierta alergia a lo jurídico.Frente a las intenciones de la solidaridad internacional agrupada alrededor del Eje, la protección del statu quo que proporcionaba el principio de la seguridad colectiva está, a la altura de 1938, en crisis, tanto por la debilidad de los Gobiernos que debían sostenerlo, como por la indiferencia de la opinión pública. Así, el fracaso de la utopía ginebrina lleva al retorno de los métodos tradicionales, es decir, a los acuerdos directos entre Estados con objetivos compatibles.
En el campo de las potencias satisfechas con el statu quo, el hecho diplomático más importante es la afirmación pública de la solidaridad franco-británica. Esta solidaridad, que por parte británica significa ayuda sólo para el caso de que las tropas alemanas entren en territorio francés, es compatible con la decisión de Chamberlain de llegar a un modus vivendi con Alemania, concediéndose satisfacciones parciales en cuestiones económicas y coloniales a cambio de la renuncia a la expansión por la fuerza. La solidaridad franco-británica cuente con un apoyo exterior muy limitado. En efecto, Checoslovaquia, después de la pérdida de la región de los Sudetes, ha quedado en situación precaria; Bélgica, después de constatar la paralización francesa ante la remilitarización de Renania, busca su seguridad en la renuncia a toda clase de alianzas y, el 3 de octubre de 1937, firma un acuerdo con Alemania comprometiéndose a oponerse al paso de tropas por su territorio a cambio de la promesa hitleriana de respetar su inviolabilidad y su integridad.
Finalmente, la Unión Soviética, que en 1934 se había inclinado por la política de seguridad colectiva, se muestra dispuesta a mantener el sistema si las potencias occidentales se prestan a ello con sinceridad. Sin embargo, la experiencia de su aislamiento en Munich y las noticias que le llegan de las especulaciones de Londres y París acerca de la independencia de Ucrania no favorecen la solidez de su posición internacional al temer que Daladier y Chamberlain estén incitando a Hitler a orientar hacia el este sus ambiciones
Quien quería la guerra?
Al alborear el 1 de septiembre de 1939, las tropas alemanas atacaron Polonia y ante los atónitos ojos del mundo entero lograron su capitulación en menos de un mes. Francia y Gran Bretaña, ligadas a Polonia por acuerdos que les implicaban en su defensa, declararon la guerra a Berlín pero; tal como Hitler había previsto no dispararon un tiro en el frente occidental de Alemania. Von Vormann, representante del ejército en el cuartel general de Hitler durante la campaña de Polonia, anota en su diario: "En el Oeste, la guerra en broma continúa. Hasta el momento no se ha disparado un solo tiro en el frente occidental. Los dos contendientes han instalado grandes altavoces y cada parte intenta convencer a gritos a la otra de que su comportamiento es absurdo y de que sus gobernantes son imbéciles... Extremando la prudencia para evitar incidentes fortuitos, el ejército francés ordena a sus centinelas que hagan las guardias con los fusiles cargados con cartuchos de fogueo..."
Hitler está exultante en esos días. El general Rommel, comandante del cuartel general de Hitler en Polonia, escribe: "El Führer está de excelente humor... dice que en cuestión de siete u ocho días todo habrá terminado en el este y que, entonces, nuestra Wehrmacht, en su totalidad y ya fogueada, se trasladará al oeste. Pero a mi juicio, los franceses han renunciado a luchar. Sus soldados se bañan en el Rin sin que nosotros les molestemos".
Evidentemente, Rommel se equivocaba mientras que Hitler mostraba una gran visión del panorama militar y político. Polonia, efectivamente, estaba a punto de capitular y Alemania debería trasladar todas sus fuerzas al oeste, para afrontar la guerra que su política había provocado.
Todo estaba previsto antes de que Hitler alcanzase el poder. En el ideario nazi estaba claramente formulada la teoría del Lebensraum, del espacio vital. Tal espacio vital se lograría a expensas de sus vecinos del Este. Tan obsesiva fue esta idea en la mente de Hitler que incluso el último día de su vida, el 30 de abril de 1945, la repetía a uno de los correos que salió de las ruinas de Berlín con su testamento para entregarlo al almirante Doenitz.
Y esta expansión debería hacerse a costa del este por varias causas: era la salida geográficamente lógica; racialmente, Hitler les consideraba inferiores; eran zonas con importantes núcleos de población judía, otra de las manías persecutorias de Hitler; constituían una amenaza para los planes expansivos del nazismo; ideológicamente -en el caso de la URSS- era uno de los demonios particulares del líder nazi; había núcleos de población de origen alemán, cuya incorporación a la Gran Alemania era una de las metas del III Reich. Aún se pueden hallar más motivos para el ataque a Polonia, pero uno no debe ser olvidado: revanchismo y ansias de recuperar los territorios que los arreglos de la Primera Guerra Mundial entregaron a Polonia.
Lloyd George profetizaba que "el corredor polaco", el tema de Danzig, conduciría a una guerra en el este de Europa de forma inevitable. Veinte años más tarde, el 24 de octubre de 1938, Berlín solicitaba a Varsovia la devolución de Danzig y el permiso para tender una línea férrea a través del corredor polaco.
Varsovia rechazó tales demandas y, sintiéndose amenazada, recurrió a Gran Bretaña en busca de ayuda para el caso de una posible agresión. Sea cual fuere la forma que ésta revistiera... el tema checo estaba bien reciente.
Chamberlain propuso a Varsovia la acción conjunta de Francia, Gran Bretaña y la Unión Soviética en apoyo de Polonia "si las agresivas ambiciones alemanas dieran señal de renovarse". Aún no se ha explicado por qué Varsovia rechazó la propuesta británica, mientras su ministro de Asuntos Exteriores, Josef Beck, contraproponía un tratado anglo-polaco de ayuda mutua.
¿Por qué se produjo la decisión polaca que dejó a Hitler la posibilidad de negociar con la URSS? Una de las hipótesis más sugestivas que se han manejado es la de que a esas alturas Washington había concluido que la única forma de eliminar el nazismo, repudiado ideológicamente y temido económicamente, era la guerra. Washington, apoyándose en Londres, habría decidido ir a la guerra que Hitler se ocuparía de iniciar con su ataque a Polonia.
El 12 de enero de 1939, el embajador polaco en la capital de los Estados Unidos, conde Jerzy Potocki, escribe una larga carta a su Ministerio en la que constata la campaña antinazi desatada en los Estados Unidos, movida por la prensa que controlan mayoritariamente los judíos. Sin embargo, se contempla amistosamente el totalitarismo soviético y se apoya la causa de la República española... Simultáneamente, los periódicos aseguran que en la guerra que está a punto de estallar inevitablemente y los Estados Unidos deberán luchar activamente por la libertad y la democracia. El presidente Roosevelt ataca al fascismo, alejando a los norteamericanos de sus preocupaciones domésticas y justificando un, textualmente, monstruoso programa armamentístico.
El embajador polaco sigue contando cómo los prohombres del poderoso clan judío que rodea al presidente -Baruch y Morgenthau, entre ellos- incitan al presidente a convertirse en campeón de la democracia y le convencen de que la guerra es inevitable. El texto del embajador polaco es un poco fuerte, probablemente cargado de prejuicios antisemitas. Sin embargo, disponía de un excelente observatorio para saber de qué hablaba y varios datos avalan sus notas.
Uno de los personajes mencionados es Baruch, del trust de cerebros del presidente Roosevelt, quien en fecha tan temprana como 1937, sometía al Senado un proyecto para la eventual movilización industrial en caso de guerra. Ese mismo año, en conversación con el general Marshall, le decía: "Es preciso librarse de Hitler. No le dejaremos salirse con la suya, ¿verdad?"
Bien podría pensarse que Baruch, de origen judío, trataba de vengarse de la política antisemita de Hitler y quizás era así, pero había algo que también preocupaba a Baruch, prestigioso financiero: la política de intercambios directos de Hitler, que estaban haciendo daño en la economía norteamericana...
La fecha de 1937 no es casualidad. Recuérdese que en otoño de este año, los Estados Unidos padecieron una de las oleadas depresivas más importante de la década, llegando a once millones el número de parados y a cinco el de los empleados sólo a tiempo parcial.
Prueba de que la preocupación económica relacionada con Alemania era lo que primaba en Baruch es esta frase suya de 1939: "Si rebajamos nuestros precios, no existe razón para que no consigamos atraernos a los clientes de las naciones beligerantes perdidos a causa de la guerra. En tal caso, el sistema alemán de intercambio directo quedará destruido".
Otro personaje es Morgenthau, el hombre que trazó el plan de 1945 destinado a arrasar Alemania hasta sus raíces.
Otro, en fin, es el propio presidente Roosevelt, cuyos preparativos bélicos en el orden presupuestario, industrial y diplomático son evidentes.
En ese mismo mes de enero de 1939, cuando las cancillerías de toda Europa buscan alianzas, mediaciones, acuerdos o garantías, el embajador de Washington en París, William C. Bullitt, alentaba a su colega polaco garantizándole el apoyo de Washington junto al de París y Londres en caso de un conflicto germano-polaco.
Más claro aún, este mismo diplomático estadounidense aseguraba el 25 de abril de 1939 al decano de la prensa norteamericana en Europa, Karl Wigand: "La guerra en Europa está ya decidida. Polonia tiene el apoyo asegurado de Inglaterra y Francia y no cederá ante ninguna demanda alemana. América entrará en guerra después de que lo hagan Inglaterra y Francia".
La rotundidad del embajador resulta bastante curiosa. Por un lado, Londres no firmará su acuerdo con Polonia hasta el 25 de agosto y, por otro, el pacto germano-soviético ni siquiera ha sido planteado. De esta sucinta relación cabe concluir que:
- Hitler estaba decidido a invadir Polonia y la amenaza de las potencias de su flanco oeste no le preocuparon excesivamente, convencido de que no intervendrían a tiempo para complicarle la campaña con dos frentes.
- La posición beligerante de Hitler aún mejoró cuando consiguió un acuerdo de no agresión con la URSS y un sabroso anexo que repartía Polonia y otros territorios del este entre ambos países.
- Las potencias occidentales sabían que la guerra era inminente y más aún, no hicieron nada por pararla. Era la guerra que estimaban necesaria para aplastar el poder amenazador del nazismo.
La postura de Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos se confirmará en los largos meses de la llamada "guerra en broma", que desde septiembre de 1939 a mayo de 1940, apenas producirá choques militares: el hundimiento de un portaaviones y de un acorazado británicos y un combate naval en el Atlántico Sur, que se saldó con la voladura del acorazado alemán de bolsillo Graf Spee ante Montevideo. Únicamente tiene importancia la campaña de Noruega, por el importante valor estratégico del país que Alemania sostendría hasta el final de la guerra, que no por la dureza de la campaña, ni por los medios empleados.
En esos ocho meses se produjeron docenas de intentos mediadores, pero estaba claro que nadie negociaba honestamente. Francia y Gran Bretaña suponían con fundamento que Hitler trataba, una vez más, de confiarles, de alcanzar una atmósfera de paz para seguir rapiñando territorios, como ocurriera en el caso checoslovaco. En esa tesitura, todos sus intentos negociadores y las mediaciones de terceros países se quebraron por falta de confianza. Los intentos alemanes, por otro lado, tampoco iban muy lejos. En numerosas ocasiones Hitler prometió retrocesos tan amplios que resultaron inverosímiles; o exigencias tan violentas que resultaban inaceptables.
La negociación que puede estimarse más interesante por la categoría del mediador fue la que a comienzos de octubre de 1939 emprendió el magnate del petróleo William Rhodes Davis, interesado en que no se produjera interrupción alguna de sus suministros de petróleo a Alemania. Este hombre de negocios norteamericano, apoyado por el dirigente de la Federación de Trabajadores de los Estados Unidos (CIO), John L. Lewis, que contaba con 14 millones de votantes, convenció al presidente Roosevelt de la conveniencia de una mediación.
Davis se entrevistó con Göring, al que entre otras cosas le asegura que Roosevelt está contrariado por la declaración británica de guerra contra Alemania, para la que Londres no le había consultado. Roosevelt pedía a Berlín que abandonara las zonas checoslovacas no alemanas y que propiciara la creación de un gobierno checo independiente. Respecto a Polonia, que crease un gobierno autónomo, reteniendo dentro de Alemania solamente las zonas que le fueron arrebatadas por los acuerdos posteriores a la Primera Guerra Mundial. EEUU propiciaría que Alemania, en compensación recibiera las colonias perdidas tras la I Guerra Mundial.
Göring y Hitler prometieron el inmediato cumplimiento de esos compromisos si Washington asumía esa mediación. Davis regresó a los EEUU rápidamente, acompañado por un embajador especial alemán que pudiera extenderse en detalladas explicaciones si fueran necesarias. Teóricamente deberían haber sabido algo el 5 de octubre, pero Roosevelt nunca recibió a Davis,
No se conoce explicación alguna a esta curiosa y estéril misión. Sin embargo, hay sobrados documentos diplomáticos contemporáneos que muestran al ejecutivo norteamericano plenamente dispuesto a ayudar a Londres y París en su guerra con Alemania, suministrando armas, piezas y repuestos, y otorgando un indiscutible apoyo político a las democracias europeas.
¿Se trataba de una mera maniobra de distracción interior, para contentar a los sindicatos, por ejemplo, o de una forma de ganar tiempo?... A este respecto debe recordarse que Hitler inicialmente había anunciado su ataque contra Francia para el 12 de noviembre.
Y también que, aunque el ejército de Hitler no había conseguido ni su óptima preparación ni el mejor armamento previsto, pues los planes del canciller alemán fijados hablaban de la posibilidad de guerra en 1944, estaba en inmejorables condiciones para aplastar a sus contrarios.
Estos eran inferiores en medios acorazados y aéreos y, sobre todo, carecían de una doctrina de guerra y un adiestramiento adecuado para la cooperación de aviones y carros y para las grandes operaciones blindadas. Francia se quemaba las cejas proyectando un avión de caza capaz de competir con los alemanes y, aunque al final lo lograron, apenas si contaban con unidades operativas cuando comenzaron las hostilidades. Londres estaba poco mejor. En 1938, cuando Chamberlain cedía en Munich, Gran Bretaña no contaba con ningún caza moderno. Su Hurricane estaba a nivel de prototipo y los Spitfire a la altura de proyecto. Según algunas fuentes, Londres disponía de cinco cañones antiaéreos modernos para su defensa.
En 1939 ocurre algo similar con los carros Francia, Gran Bretaña y Alemania refuerzan con la máxima presteza sus arsenales blindados. Francia no lo logró, Gran Bretaña sí consiguió poner en marcha un carro competitiva con los alemanes.
Aún hoy existe división entre los especialistas al juzgar si la ventaja cualitativa y cuantitativa militarmente hablando era mayor en noviembre de 1939 o en mayo de 1940. Según unos, la superioridad alemana era mayor en el otoño del 39, según otros era superior en 1940. Sea como fuere, lo cierto es que los futuros contendientes no podían saber eso y como es lógico, trataban de ganar tiempo esperando mejorar su situación. Quien de verdad, sin embargo, ganó el tiempo que precisaba para poner en marcha la mayor industria militar que hubiera podido soñarse en la época fueron los Estados Unidos, que, como datos apabullantes, podían ofrecer en 1942, su primer año de guerra, una producción de blindados superior en 20.000 unidades a la que tenía Alemania y unas cifras de fabricación de aviones superiores a las alemanas en 40.000 aparatos.
Tras estas consideraciones cabe concluir que Hitler, aunque en pocas cosas se pueda estar de acuerdo con él, tenía una visión política muy clara cuando pronosticaba que Inglaterra, ganase o perdiese la guerra contra Alemania, labraría la ruina de su poder mundial, dejando sitio a un vencedor en todos los terrenos, los Estados Unidos.
Pero antes de que todo esto ocurriera, más de medio mundo se vio envuelto en el más espantoso conflicto de la Historia. Más de cincuenta millones de seres perdieron la vida. Más de cien millones fueron heridos, perseguidos, despojados de cuanto tenían, incluso de su patria. En menos de seis años, el mundo cambió de aspecto, de fronteras, de organismos, de sistemas de producción, de tecnología... Todo se puso en marcha el primero de septiembre de 1939, cuando Hitler atacó a Polonia.

miércoles, 28 de abril de 2010

EL FASCISMO ALEMAN

Sólo la dictadura alemana establecida a raíz de la llegada de los nazis al poder el 30 de enero de 1933 fue una dictadura radicalmente totalitaria. Algunas de las dictaduras europeas (Hungría, Rumanía, Bulgaria) -y el régimen fascista italiano- se integraron en el nuevo orden que Hitler intentó crear a partir de 1939. Otras (Austria, Grecia, Polonia) sucumbieron ante él; una, Portugal, quedó al margen.
Con todo, las diferencias entre el nacional-socialismo alemán y el mismo fascismo italiano -arquetipo, como es lógico, del fascismo- eran considerables. Hitler tenía algún punto en común con Mussolini al que, al menos hasta los años de la II Guerra Mundial, admiró sinceramente. Ambos eran de origen modesto y oscuro. De Mussolini ya se dijo algo anteriormente. Hitler, austríaco de nacimiento, hijo de un funcionario de aduanas y de una criada, mal estudiante (quiso, sin éxito, estudiar Bellas Artes), vivió hasta 1914, en Viena y Munich, una vida anodina y mediocre, con graves dificultades. Mussolini y Hitler lucharon como voluntarios en la I Guerra Mundial. Hitler se incorporó al ejército bávaro (no al austríaco) y ganó dos Cruces de Hierro al valor. Pero sus personalidades no eran idénticas. Hitler era ante todo un desequilibrado, un iluminado de psicología seudodelirante y oratoria ciertamente electrizante, y también hombre de aguda inteligencia política y gran capacidad para la maniobra y la intriga.
Sobre todo, la mezcla atropellada de nacionalismo fanático, fantasías racistas pangermánicas, antisemitismo patológico, voluntad de dominio mundial y simplificaciones geopolíticas que definían al nacional-socialismo y que Hitler resumió en su libro Mein Kampf (Mi lucha), que escribió en la cárcel y publicó con gran éxito en 1925, era por completo ajena al mundo intelectual en que se movía el fascismo italiano. Mussolini sólo aprobó leyes antisemitas en 1938, cuando Italia era un Estado satélite de Alemania. Hasta esa fecha, la comunidad judía italiana convivió cómodamente bajo el fascismo. Una intelectual veneciana de esa ascendencia, biógrafa y amante del Duce, Margherita Sarfatti, fue una de las inspiradoras del movimiento artístico y cultural Novecento, que, basado en la idea de un retorno al espíritu y estética del Renacimiento, llegó a hacer en algún momento -en la década de 1920- las veces de cultura oficial del fascismo.
Y a la inversa, el corporativismo, casi definidor del proyecto italiano, no existió en el nacional-socialismo. La importancia del Partido fue mucho mayor en la Alemania nazi que en la Italia fascista. Ésta fue desde luego menos totalitaria y violenta que la dictadura alemana. Mussolini interfirió poco en la burocracia, la justicia y el Ejército. La represión italiana fue comparativamente menor. Pese a su encuadramiento en la organización Balilla, las juventudes italianas siguieron siendo educadas más en la pedagogía tradicional católica que en el fascismo. La sociedad italiana veía incluso con distanciada ironía los rituales y fastos del fascismo: la figura de Starace, el servil y vanidoso secretario del Partido, fue literalmente destruida por los numerosos, divertidos y crueles chistes que a su costa circularon.
Todo ello fue imposible (e impensable) en la Alemania nazi. El tipo especial de liderazgo de Hitler, el carácter paramilitar del Partido, el antisemitismo, el uso formidable de la propaganda -que hizo del principio político del Führer la clave del Estado-, la violencia represiva, los componentes míticos y raciales que impregnaban su nacionalismo, hicieron de la dictadura alemana y del nacional-socialismo algo distinto de otros fascismos europeos. Su base social era, sin embargo, parecida a la del fascismo italiano: elementos de todas las clases sociales, pero con presencia mayoritaria de sectores de las pequeñas burguesías urbanas y rurales y muy fuerte representación de jóvenes.
El nacional-socialismo surgió en un país con una fuerte tradición nacionalista y en un país derrotado, lo que hizo que los nazis pudieran exacerbar los sentimientos nacionalistas de la población. La democracia alemana, la República de Weimar, fue una democracia débil, condicionada, como quedó dicho, por su origen -aceptación del humillante tratado de Versalles- y por una gran inestabilidad gubernamental. Que en 1925, Hindenburg, el "héroe de la guerra", resultara elegido presidente de la República con fuerte apoyo popular (14,6 millones de votos, un millón más que el candidato socialista, Wilhelm Marx) fue ya bien significativo.
La prosperidad económica de los años 1924-28 hizo creer que, pese a todo, la República podría estabilizarse. Precisamente esos fueron los años en los que el partido nazi, el NSDAP, aun sobreviviendo al fracaso del "putsch de la cervecería" de 1923 y al encarcelamiento de Hitler, vio que su influencia y actividad disminuían considerablemente. Pero cuando la crisis de 1929 rompió el equilibrio económico y político del país, el ascenso de los nazis fue imparable.
En efecto, las consecuencias inmediatas de aquella crisis -que en Alemania se notaron ya en el último trimestre de 1929- fueron la ruptura de la coalición gubernamental entre socialistas y populares que había sido el principal soporte de la República, la formación de una liga patriótica entre la derecha nacionalista de Alfred Hugenberg y los nazis contra el Plan Young (el nuevo esquema para pagar la deuda alemana trazado por el financiero norteamericano Owen D. Young) y una polarización acusada. Los resultados de las elecciones de 1930 vieron ya un espectacular aumento del voto de nazis y comunistas. Los nazis ganaron unos 6 millones de votos respecto a las elecciones anteriores (1928) y pasaron de 13 a 107 diputados, y de un 2,6 por 100 a un 18,3 por 100 del voto; los comunistas, el KPD, pasaron de 54 a 77 escaños. El trasvase de votos de los partidos de centro y de la derecha moderada a los nazis fue evidente.
Desde 1929-30 se agudizaron todas las tensiones de la sociedad alemana. El desempleo aumentó hasta llegar a la cifra de 6 millones en 1932. Reapareció la inseguridad económica: por temor a quiebras en cadena, los bancos estuvieron cerrados entre el 13 de julio y el 5 de agosto de 1931. La radicalización de las actitudes políticas se acentuó. La política del gobierno del canciller Brüning -un gobierno de coalición de centro-derecha, sin mayoría en el Reichstag, formado a fines de marzo de 1930- fue una política deflacionista correcta (recortes del gasto público, mayores impuestos, aplazamiento del pago de la deuda, control de precios y salarios), pero resultó muy impopular. Los nazis capitalizaron en su favor el clima de incertidumbre y malestar social creado por la crisis. En las elecciones presidenciales del 10 de abril de 1932, en las que Hindenburg fue reelegido, Hitler obtuvo 13 millones de votos (Hindenburg, 19 millones; Ernst Thaelmann, candidato comunista, algo más de 3 millones). En las elecciones generales de 31 de julio de 1932, los nazis, con 230 diputados y 13.745.781 votos, el 37,3 por 100 del voto popular, fueron ya el primer partido del país; lo siguieron siendo tras las nuevas elecciones del 6 de noviembre de ese año pese al retroceso de un 4 por 100 de votos que sufrieron.
Hitler representaba, evidentemente, un hecho nuevo, y a su manera revolucionario, en la política alemana. Llegó al poder ante todo por el apoyo popular que él y su partido supieron conquistar. Pero lo hizo también con ayuda de la derecha tradicional. La alianza con Hugenberg de 1929 le dio la respetabilidad política de que hasta entonces carecía. Las intrigas y maniobras del viejo Presidente Hindenburg (85 años en 1932) y de su camarilla jugaron a su favor. Hindenburg cesó a Brüning en mayo de 1932 y encargó el gobierno a Franz von Papen (1879-1969), un diplomático vinculado a altos círculos de la aristocracia, con fuertes apoyos en los medios financieros y militares, que se propuso controlar a los nazis y devolver así la confianza a los grandes grupos económicos e inversores. Hindenburg, luego, en diciembre de 1932, no apoyó en cambio suficientemente a Kurt von Schleicher, otro aristócrata y militar distinguido, que formó gobierno (tras cesar Von Papen, derrotado en el Parlamento) con la idea de lograr una nueva alianza con los católicos y los socialistas para detener el avance de nazis y comunistas. Finalmente, Hindenburg nombró canciller a Hitler el 30 de enero de 1933 a instancias de von Papen -vicecanciller en ese gobierno-, creyendo que no sería difícil controlar y manejar al líder nazi. Hitler, además, recibió apoyos financieros de algunos industriales como Fritz Thyssen, magnate siderúrgico, Emil Kirchdorf y Friedrich Flick, grandes propietarios de minas de carbón, de los banqueros Von Stauss y Von Schröder y de algún otro (si bien el número de grandes capitalistas nazis fue escasísimo, las grandes entidades e instituciones patronales y financieras no apoyaron a Hitler, e industriales, financieros y hombres de negocios influyeron poco o nada en las decisiones que tomó una vez en el gobierno).
Pero otras circunstancias favorecieron igualmente el ascenso de Hitler al poder. La salida de los socialistas del gobierno en 1930 fue un error: no volvió a haber gobiernos parlamentarios. Socialistas y sindicatos hicieron fracasar la oportunidad que pudo haber sido el gobierno Schleicher. El radicalismo ideológico de los comunistas fue aún más grave. El KPD consideraba a los socialistas, denunciados obsesivamente como "social fascistas", como su principal adversario, no a los nazis. Entendían que la llegada de éstos al poder supondría la última carta del capitalismo, un "fenómeno pasajero", preludio evidente de la revolución obrera. En las elecciones de noviembre de 1932, las últimas antes de la llegada de Hitler al poder, los socialistas lograron 7.248.000 votos y los comunistas, 5.980.200: juntos sumaban más votos que los nazis. Los comunistas hicieron imposible la unión de la izquierda.
Quienes creyeron que podían manejar a Hitler se equivocaron. Aunque el gobierno que formó el 30 de enero de 1933 sólo incluía otros dos nazis (Goering y Frick), Hitler procedió con extraordinarias determinación y celeridad a la conquista del poder y a la destrucción fulminante de toda oposición (en contraste con Mussolini que, como se recordará, tardó tres años en instalar un régimen verdaderamente fascista). Hitler forzó a Hindenburg a autorizarle la disolución del Parlamento y la convocatoria de nuevas elecciones, que se celebraron (5 de marzo de 1933) en un clima de intimidación y violencia extremadas, desencadenadas por las fuerzas paramilitares nazis, las SA, y con las garantías suspendidas como consecuencia del incendio del edificio del Reichstag (27 de febrero), que Hitler denunció como una conspiración comunista (el KPD fue, por ello, ilegalizado).
Tras ganar las elecciones con el 44 por 100 de los votos, Hitler logró que las cámaras aprobaran con la sola oposición de los socialistas una Ley de Plenos Poderes que le convertía virtualmente en dictador de Alemania. El 7 de abril, nombró delegados del gobierno (Statthalter) en los distintos estados y a principios de 1934, disolvió los parlamentos regionales y el Reichsrat, la segunda cámara, cámara de representación regional. El 10 de mayo de 1933, prohibió el partido socialista, el SPD; centenares de dirigentes socialistas y comunistas fueron enviados a campos de concentración.
La noche del 29 al 30 de junio, Hitler, usando las SS de Himmler, procedió a la ejecución sumaria de los dirigentes del ala radical del partido (Ernst Roehm, Gregor Strasser) y de personalidades independientes, como el exjefe del gobierno Schleicher (y su esposa) y el líder católico Klausener, por supuesto complot contra el Estado: 77 personas fueron asesinadas en aquella noche de los cuchillos largos, como se la llamó, y varios centenares más en los días siguientes. El 14 de julio, tras obligar a los restantes partidos a disolverse, Hitler declaró al partido nazi, al NSDAP, partido único del Estado. El 19 de agosto de 1934, asumió la Presidencia-(aunque usó siempre el título de Führer), tras la muerte de Hindenburg y luego de un plebiscito clamoroso en que logró un 88 por 100 de votos afirmativos. La dictadura alemana había quedado en menos de un año firmemente establecida.
Una vez en el poder, los nazis hicieron un uso excepcionalmente intensivo de los mecanismos totalitarios de control social (policía, propaganda, educación, producción cultural). Más que formas más o menos autoritarias de coerción, impusieron un verdadero régimen de terror policial. El primer campo de concentración para prisioneros políticos se abrió el 20 de marzo de 1933, antes de transcurridos dos meses de la llegada de Hitler al poder. En 1929, Hitler había nombrado a Heinrich Himmler (1900-1945), un hombre minucioso y ordenado, jefe de su guardia personal, de las SS (Schutzstaffel o escalón protector) que hacían, además, las veces de servicio de seguridad. En 1934 le dio el control de la Gestapo (Geheime Staatspolizei), la policía secreta, que reorganizó como una subdivisión de las SS. En 1936, con la integración de todas las fuerzas policiales y parapoliciales (SS, Gestapo, Policía de Seguridad, Policía Criminal, Policía Política) bajo el mando de Himmler, la Alemania hitleriana se convirtió en un estado policíaco. El poder de las SS y de la Gestapo -unos 238.000 hombres en 1938-, que controlaban también los campos de concentración y los servicios de espionaje, fue inmenso, un Estado dentro del Estado. El número de presos políticos era en 1939 de 37.000.
Los nazis hicieron un uso excepcional de la propaganda y la cultura como formas de manipulación de las masas, de movilización social y de indoctrinación colectiva. Antes incluso de llegar al poder, Hitler y Goebbels (1897-1945), un intelectual mediocre y novelista fracasado, militante primero de la izquierda nazi pero unido a Hitler desde 1926, habían usado con extraordinario éxito los mítines de masas, los desfiles ritualizados y las coreografías colosalistas. Una vez en el poder, Goebbels, nombrado ministro de Ilustración y Propaganda en marzo de 1933, con control sobre prensa, radio y todo tipo de manifestación cultural, hizo de la propaganda el instrumento complementario del terror en la afirmación del poder absoluto de Hitler y su régimen.
Las bibliotecas fueron depuradas de libros "subversivos". El arte expresionista y de vanguardia fue considerado como un "arte degenerado"; en su lugar, el arte nacional-socialista exaltó el clasicismo greco-romano, la grandeza y los mitos alemanes, el heroísmo y el trabajo. Conocidos escritores y artistas no nazis (Thomas y Heinrich Mann, Lang, Gropius, Brecht, Dix, Grosz, Beckmann y muchos otros) y centenares de intelectuales, científicos, profesores, artistas y músicos judíos tuvieron que exiliarse. Goebbels cuidó especialmente la radio, el cine y los grandes espectáculos. La producción de documentales y de films de ficción que por lo general glorificaban el pasado alemán y el régimen hitleriano (explícitamente antisemitas y xenofóbicos) aumentó considerablemente y su proyección se hizo obligatoria. Los espectáculos de masas en grandes estadios, en explanadas al aire libre, con uso abundante de recursos técnicos novedosos (luz, sonido, rayos luminosos), alcanzaron una perfección efectista sin precedentes. En concreto, la fiesta anual del Partido, organizada en el Luitpoldhain de Nurenberg, preparado debidamente por el arquitecto Albert Speer, era un espectáculo grandioso al que asistían unos 100.000 espectadores y en el que se alineaban ante Hitler, con disciplina y marcialidad extremas, miles de hombres de las SA y de las SS entre mares de svásticas y de estandartes nacionales, en una formidable liturgia nacional que sancionaba la arrebatada vinculación orgánica del Führer con su partido y su pueblo. En el mismo espíritu, Goebbels hizo de los juegos Olímpicos de 1936, celebrados en Berlín, una verdadera exaltación de la raza aria, de Alemania y de Hitler.
Los cuerpos de profesores de los distintos niveles de enseñanza fueron inmediatamente depurados. La educación quedó en manos de profesorado nazi. En 1936, se hizo obligatoria la afiliación de los jóvenes a las Juventudes Hitlerianas. El sistema judicial, también depurado, quedó subordinado al poder arbitrario de la policía. Mussolini, en Italia, respetó a la Iglesia católica y firmó con ella los pactos de Letrán. Los nazis, cuya ideología era paganizante y atea, sometieron a las Iglesias protestantes al control del Estado y del Partido. Quienes se negaron, como los pastores y teólogos de la Iglesia Confesional -como Dietrich Bonhoeffer o Martin Niemóller- fueron duramente represaliados. El Concordato que la Alemania nazi firmó con la Santa Sede el 20 de julio de 1933 les hizo ser más tolerantes con los católicos. Pero la animadversión de los nazis al catolicismo -una religión no nacional- era manifiesta. Las violaciones del Concordato hicieron que el papa Pío XI condenara el nacional-socialismo como doctrina fundamentalmente anticristiana en su encíclica Mit brennender Sorge (Con pena ardiente) de 1937.
Hitler controló igualmente el Ejército. Tras su elección como Presidente (19 de agosto de 1934), exigió a los militares un juramento de lealtad a su persona. El 4 de febrero de 1938 destituyó al ministro de la Guerra, mariscal Von Blomberg, y al jefe del Ejército, general Beck, y asumió el mando de las fuerzas armadas. Desde 1933, el 1 de mayo quedó proclamado como fiesta del "trabajo nacional". Los sindicatos de clase fueron prohibidos y se crearon en su lugar sindicatos oficiales, el Frente de los Trabajadores Alemanes: las huelgas y la negociación colectiva fueron prohibidos.
El 1 de abril de 1933 se decretó el boicot a los comercios judíos. Seis meses después, una ley excluyó a los judíos de toda función pública. El 15 de septiembre de 1935, el Partido proclamó las leyes de Nurenberg, leyes racistas que privaban a los judíos de la nacionalidad alemana y les prohibían el matrimonio y aun las relaciones sexuales con los alemanes: 600.000 personas quedaron de inmediato privadas de la nacionalidad. En la noche del 7 al 8 de noviembre de 1938, "la noche del cristal", sinagogas, comercios y propiedades judías fueron asaltadas e incendiadas en toda Alemania: 91 personas fueron, además, asesinadas. De momento se trataba de provocar la emigración masiva de los judíos. Luego, en 1941, comenzó el horror, una nueva fase de represión que culminaría en la ejecución de unos seis millones de judíos, en el Holocausto, como "solución final" al problema.
ORIENTACION POLITICA HACIA EL ESTE
Dos razones me inducen analizar de modo especial las relaciones entre Alemania y Rusia: primeramente, por tratarse quizás de la cuestión más importante de toda la política exterior alemana, y en segundo lugar, por constituir la piedra de toque que d la medida de la capacidad política del pensar clarividente y del justo modo de obrar del joven movimiento nacionalsocialista.
En términos generales haré todavía la consideración siguiente: La política exterior del Estado racista, tiene que asegurar a la raza que abarca ese Estado, los medios de subsistencia sobre este planeta, estableciendo una relación natural, vital y sana, entre la densidad y el aumento de la población, por un lado, y la extensión y la calidad del suelo en que se habita, por otro.
Sólo un territorio suficientemente amplio, puede garantizar a un pueblo la libertad de su vida. Además, no hay que perder de vista que, a la significación que tiene el territorio de un Estado como fuente directa de subsistencia, se añade la importancia que debe reunir desde el punto de vista político-militar. Aún cuando un pueblo tenga asegurada la subsistencia gracias al suelo que posee, será necesario todavía, pensar en la manera de garantizar la seguridad de este suelo; seguridad, que reside en el poder político general de un Estado, el cual depende, a su vez, en gran parte, de la posición geográfico militar del país.
Bajo tales circunstancias, sólo como potencia mundial, podrá el pueblo alemán defender su futuro. Casi por espacio de dos mil años, ha sido historia universal la defensa de los intereses de nuestro pueblo, que es como propiamente deberíamos llamar a nuestra actividad, más o menos acertada, de política exterior. Nosotros mismos hemos sido testigos de ello: pues la gigantesca conflagración de los pueblos, en los años de 1914 a 1918 –denominada la Guerra Mundial-no fue otra cosa que la lucha del pueblo alemán por su existencia sobre la tierra.
El pueblo alemán entró en aquella lucha como una pseudo-potencia mundial y digo pseudo, porque, en realidad, no era una potencia. Si en 1914, hubiese sido otra en Alemania, la relación entre la superficie de su territorio y la densidad de su población, la nación alemana hubiese podido considerarse efectivamente como una potencia mundial y la guerra, prescindiendo de un sinnúmero de otros factores, hubiera podido concluir favorablemente.
Alemania no es, en el presente, una potencia mundial. Aun cuando nuestra actual importancia militar, fuese superada un día, ya no tendríamos derecho a pretender tal título. Considerando la cuestión desde el punto de vista netamente territorial, el área de Alemania aparece insignificante en comparación con la de las llamadas potencias mundiales. No tomemos el caso de Inglaterra como prueba de lo contrario, pues el territorio de la metrópoli en Europa no es, a decir verdad, más que la gran capital del imperio británico mundial que abarca casi una cuarta parte de la superficie del globo.
Luego debemos considerar por orden de magnitud como naciones gigantescas: la Unión Norteamericana, Rusia y China; todas ellas, circunscripciones territoriales diez veces mayores al área del Reich actual. Francia mismo, debería contarse entre estos Estados. No sólo engrosa su ejército, en proporción cada vez más grande con elementos de las reservas de color que pueblan sus enormes colonias, sino que también la bastardización negroide de su raza, hace progresos tan rápidos, que ya casi se puede hablar de la génesis de un Estado africano sobre suelo Europeo. La política colonial de Francia no es susceptible de compararse con la de la antigua Alemania. Si esta revolución de Francia, continuase por espacio de tres siglos llegaría a desaparecer hasta el último resto de la sangre de los francos, absorbida por un Estado de mulatos europeo-africanos, en formación.
La antigua política colonial alemana, ni aumentó la zona de población de raza alemana, ni menos hizo el criminal intento de reforzar el poderío del Reich con el aporte de sangre negra. La organización militar de los ascarios en el África Oriental Alemana, estaba en realidad destinada solamente a la defensa de la colonia misma. Jamás –aun prescindiendo de la circunstancia de que, durante la conflagración mundial, era cosa prácticamente imposible-abrigó Alemania la idea de traer tropas de color a un teatro de guerra europeo, y tampoco habría pensado hacerlo, bajo condiciones más favorables, en tanto que los franceses, consideraron siempre esta idea como uno de los motivos determinantes de su actividad colonial.
En la actualidad, vemos una serie de potencias que superan notablemente el poderío de Alemania, no sólo en la cifra de su población sino, sobre todo haciendo residir su potencia política en el dominio territorial que poseen. Nos hallamos fuera de todo concurso en relación a los grandes Estados del mundo y esto es debido a la fatal orientación de la política exterior de nuestro pueblo.
El movimiento nacionalsocialista tienen que imponerse la misión de subsanar la desproporción existente entre la densidad de nuestra población y la extensión de nuestra superficie territorial, -superficie territorial que debe ser considerada desde el doble punto de vista de fuente de subsistencia y de apoyo del poder político-y también, la de hacer que desaparezca la desproporción que reina entre nuestro gran pasado histórico y la triste perspectiva de nuestra impotencia, en el presente.
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La potencialidad de una nación, no puede apreciarse en sí misma, sino, únicamente, valiéndose de la comparación con otros Estados. Pero es justamente esta comparación la que demuestra que el acrecentamiento del poderío de otras naciones, no sólo fue más regular, sino que, en su efecto final, alcanzó, también, resultados mucho más considerables que en Alemania. Considerando que, en cuanto a espíritu heroico, ningún pueblo ha superado al nuestro, que es, seguramente, el que, en conjunto, hizo mayores sacrificios de sangre en la lucha por su existencia, habrá que admitir que el fracaso de sus esfuerzos, puede sólo atribuirse a la forma errónea de su aplicación.
Si en conexión con estos antecedentes, examinamos los acontecimientos políticos de nuestro pueblo durante los últimos mil años, rememoramos las numerosas guerras y luchas libertarias y, por último, analizamos el resultado de toda esta historia, tendremos que confesar que de este mar de sangre, emergieron, propiamente, sólo tres realidades culminantes que bien merecen considerarse como los frutos perdurables de sucesos perfectamente definidos de la política exterior y de la política alemana en general:
I) La colonización de la Marca Oriental llevada a cabo principalmente, por los Bayuwares.
II) La conquista y la penetración del territorio al Este del Elba.
El tercer suceso trascendental de nuestra actividad política, fue la formación del Estado de Prusia y, con ello, el fomento sistemático de un especial concepto político y del instinto de la propia conservación y defensa del ejército alemán, a base de organización y de acuerdo con las necesidades de la época. Fue, precisamente, gracias al régimen de disciplina de la institución militar prusiana por lo que el pueblo alemán –disociado y superindividualizado por la diversidad de sus componentes-, pudo recobrar, por lo menos, una parte de su casi perdida capacidad de organización.
Merece subrayarse, que la importancia de los éxitos políticos, realmente tales, que alcanzó nuestro pueblo en sus luchas milenarias, la comprenden y aprecian muchísimo mejor nuestros adversarios que nosotros mismos. Para nuestro modo de obrar del presente y del futuro, tiene una máxima significación el saber distinguir entre los éxitos políticos efectivos de nuestro pueblo y lo que fue la sangre nacional sacrificada en vano.
Nosotros, los nacionalsocialistas, jamás debemos asociarnos al patrioterismo corriente de nuestro actual mundo burgués. Sobre todo, entraña un gravísimo peligro el que nos consideremos ligados, ni aun en lo más mínimo, a la última etapa de la evolución de la anteguerra. La única conclusión que debemos sacar del pasado, es la de orientar nuestra acción política en un doble sentido: el suelo como objetivo de nuestra política exterior y un nuevo fundamento unitario ideológicamente consolidado, como finalidad de política interna.
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La pretensión de restablecer las fronteras de 1914, constituye una insensatez política de proporciones y consecuencias tales, que la revelan como un crimen, y esto, aun sin considerar en absoluto el hecho de que entonces las fronteras del Reich, podían serlo todo menos lógicas. En efecto, no eran ni perfectas en lo tocante a abarcar el conjunto territorial habitado por elementos de nacionalidad alemana, ni menos razonables desde el punto de vista de su conveniencia estratégico-militar. No habían sido, pues, el resultado de una acción de política meditada, sino simplemente, fronteras provisorias fijadas en el curso de una evolución totalmente inconclusa o, si se quiere, fronteras resultantes en parte de la pura casualidad.
Esta pretensión responde enteramente al criterio de nuestro mundo burgués, que tampoco, en esto, posee ni una sola idea de orientación política para el futuro, sino que vive en el pasado, esto es, en lo más inmediato. Por lo tanto, es comprensible que la visión política de esta gente, no vaya más allá de 1914. Al proclamar ellos la reivindicación de aquellas fronteras como objetivo de su política, no hacen otra cosa que fomentar la solidaridad decadente de nuestros adversarios, y sólo así se explica que, ocho años después de una guerra en la cual tomaron parte Estados de las miras más heterogéneas pueda mantenerse todavía, más o menos firme, la coalición de los vencedores de entonces (Se refiere al año 1926 en que Hitler escribió esta segunda parte de su libro).
Todos estos Estados, sacaron provechos del desastre alemán. El temor a nuestro poderío, relegó a segundo plano la ambición y la envidia de las grandes potencias entre sí. Vislumbraban en una repartición común, en lo posible, de las heredades de nuestro Reich, la mejor garantía contra un futuro levantamiento alemán. El malestar de conciencia y el miedo que sienten ante la vitalidad de nuestro pueblo, constituyen el cemento más duradero para mantener, aun hoy, cohesionados a los miembros de esta coalición. Sólo los espíritus infantiles pueden entregarse a pensar que una reconsideración del dictado de Versalles sea factible por obra de imploraciones o de artimañas, aparte de que una tentativa tal, supondría la intervención de un Talleyrand que no poseemos. Además, los tiempos han cambiado desde el Congreso de Viena: ya no son los príncipes y sus “maîtresses” los que hoy regatean fronteras: es el inexorable judío cosmopolita el que ahora lucha para imponer su hegemonía sobre los pueblos.
Las fronteras del año 1914 no tienen valor alguno para el futuro de la nación alemana. No fueron una garantía en el pasado, ni tampoco constituirían una fuerza para el porvenir. A base de ellas, el pueblo alemán no podrá recobrar su unidad interior y menos todavía asegurar sus subsistencia; fuera de esto, aquellas fronteras, consideradas desde el punto de vista militar, no aparecen convenientes ni siquiera satisfactorias y no lograrían, finalmente, mejorar la situación en que actualmente nos encontramos frente a las demás potencias, es decir, las verdaderas potencias mundiales. La ventaja que nos lleva Inglaterra no disminuiría, tampoco llegaríamos a la potencialidad de los Estados Unidos, ni sufriría menoscabo notable la importancia política de Francia en el mundo. Sólo una cosa sería evidente: El intento de restaurar las fronteras de 1914 conduciría –aun en caso favorable- a un desangramiento tal de nuestro pueblo, que en el momento preciso de adoptar resoluciones y realizar hechos que tendiesen a asegurar realmente la vida y el porvenir de la nación, ya no se dispondría de ninguna reserva valiosa. Por el contrario, en medio de la embriaguez de un éxito superficial, se renunciaría a toda finalidad posterior ante la satisfacción de haber reparado el honor nacional y abierto algunas puertas al desarrollo comercial, por lo menos durante cierto tiempo.
Frente a todo esto, nosotros, los nacionalsocialistas, tenemos que sostener inquebrantablemente nuestro objetivo de política exterior, que es asegurar al pueblo alemán el suelo que en el mundo le corresponde. Y esta es la única acción que ante Dios y nuestra posteridad alemana puede justificar un sacrificio de sangre; ante Dios, porque sobre la tierra hemos sido puestos con la misión de la lucha eterna por el pan cotidiano; ante nuestra posteridad, porque no se vertirá la sangre de un solo ciudadano sin que este sacrificio signifique la vida de otros mil ciudadanos de la Alemania futura.
Ningún pueblo sobre la tierra, posee ni un solo metro cuadrado de terreno en virtud de una voluntad o de un derecho superior. Las fronteras de los Estados las crean los hombres y son ellos mismos los que las modifican. El hecho de que un pueblo llegue a apoderarse de una extensión territorial excesiva, no supone el reconocimiento perpetuo sobre la misma. Ello pone, a lo sumo, en evidencia la fuerza de los conquistadores y la impotencia de los conquistados. Y solo en esta fuerza reside el derecho de posesión. Del mismo modo que nuestros antepasados no recibieron como don del cielo el suelo sobre el cual vivimos, sino que lo ganaron con riesgo de su vida, así también no será por concesión graciosa por lo que nuestro pueblo obtenga, en el futuro, el suelo y con él, la seguridad de su subsistencia; sino únicamente por obra de una espada victoriosa.
A pesar de que también nosotros reconocemos la necesidad de llegar a un arreglo con Francia, todo sería inútil, en principio, si el objetivo de nuestra política exterior debiese quedar colmado con esa avenencia. Ella tendrá su razón de ser, solamente si ofrece un apoyo para el ensanchamiento territorial de la nación alemana en Europa. Pues no es en la posesión de dominios coloniales en lo que debemos ver la solución de este problema, sino exclusivamente en la adquisición de una zona de territorio que aumente la extensión de la madre patria, proporcionando, de este modo, a los nuevos pobladores, no sólo la posibilidad de mantener una comunidad íntima con esta patria de origen, sino también de asegurar al conjunto, las ventajas resultantes de la fusión territorial.
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Nosotros, los nacionalsocialistas, hemos puesto deliberadamente punto final a la orientación de la política exterior alemana de la anteguerra. Comenzaremos ahora allí donde hace seis siglos se había quedado esta política. Detendremos el eterno éxodo germánico hacia el Sur y el Oeste de Europa y dirigiremos la mirada hacia las tierras del Este. Cerraremos al fin la era de la política colonial y comercial de la anteguerra y pasaremos a orientar la política territorial alemana del porvenir. El destino mismo, parece querer mostrarnos el derrotero. El haber abandonado a Rusia en manos del bolchevismo, despojó al pueblo ruso de aquella clase pensante que, hasta entonces, había creado y garantizado su existencia como Estado. Más de una vez, pueblos inferiores, guiados por soberanos y organizadores de origen germánico, llegaron a constituir poderosas naciones que subsistieron mientras pudo conservarse el núcleo racial dirigente. Hacía siglos que Rusia se había mantenido gracias al núcleo germánico de sus esferas superiores, núcleo del cual se puede decir que hoy está exterminado completamente. En su lugar, se ha impuesto el judío; pero así como es imposible que el pueblo ruso sacuda por sí solo el yugo israelita, no es menos imposible que los judíos logren sostener, a la larga, bajo su poder el gigantesco organismo ruso. El judío mismo no es elemento de organización, sino fermento de descomposición. El coloso del Este está maduro para el derrumbamiento. Y el fin de la dominación judaica en Rusia, será al mismo tiempo, el fin de Rusia como Estado. Estamos predestinados a ser testigos de una catástrofe que constituirá la prueba más formidable para la verdad de nuestra teoría racista.
Nuestro cometido –la misión del movimiento nacionalsocialista-ha de ser llevar nuestro pueblo a la persecución política de que no debe esperar ver colmado su objetivo futuro en el delirio de una nueva campaña triunfal de Alejandro, sino más bien en la faena laboriosa del arado alemán, al cual la espada tiene que proporcionar únicamente el suelo.
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Es natural que el judaísmo oponga tenaz resistencia a una tal política alemana. El judío se da cuenta mejor que nadie de la trascendencia de este proceder, para su futuro. Y es este hecho, justamente, el que debería inducir hacia la nueva orientación a los hombres de verdadero sentir nacional. Pero por desgracia son también círculos nacionalistas y hasta “nacionalracistas” los que se declaran en abierta oposición a la idea de una tal política orientada hacia el Este, haciendo en su apoyo la consabida invocación de una consagrada figura de nuestra historia. Se cita a Bismarck para cohonestar una política absurda y al propio tiempo perjudicial a los intereses del pueblo alemán. Afirmase que: Bismarck dio siempre importancia a mantener buenas relaciones con Rusia. En efecto fue así, pero sólo condicionalmente, pues, a bismarck jamás se le habría ocurrido querer fijar como definitiva, en principio, la táctica de un determinado camino político.
En consecuencia, la pregunta no debe ser: ¿Qué es lo que Bismarck quiso? Sino más bien: ¿Qué es lo que Bismarck haría en las actuales circunstancias? Jus tamente esta interrogación es la más fácil de responder. Guiado por su habilidad política, jamás habría pactado alianza con un Estado predestinado a la ruina. Además, ya Bismarck vio en su época con recelos la política colonial y comercial alemana, debido a que, por el momento, le preocupaba solamente la manera más segura de facilitar la consolidación del Imperio creado por él. Esta fue también la única razón la cual él celebraba la existencia del apoyo ruso que le permitía operar libremente hacia el Oeste. Pero aquello que entonces fue provechoso para Alemania, hoy le sería perjudicial.
Ya en los años 1920-1921, cuando el joven movimiento nacionalsocialista comenzaba a perfilarse lentamente en el horizonte político, y cuando acá y acullá se le saludaba ya como el movimiento libertario de la nación alemana, se intentó, desde diferentes sectores, establecer una cierta conexión entre éste y las corrientes libertarias de otros países. Esto respondía a la orientación de la “liga de naciones oprimidas”, propagada por muchos. Se trataba ante todo, de representantes de algunos Estados balcánicos y luego el Egipto y la India, que a mí me dieron siempre la impresión de charlatanes pretenciosos, huérfanos de toda base real. Y no pocos fueron los alemanes, particularmente en los círculos nacionalistas, que se dejaron seducir por semejantes fatuos orientales ya que creían ver, sin más ni más, en cualquier simple estudiante hindú o egipcio, un “representante” de la India o de Egipto. Jamás pudieron comprender esas gentes que se trataba en la mayoría de los casos de individuos sin solvencia y, sobre todo, no autorizados por nadie para celebrar ningún acuerdo con persona alguna, de modo que el resultado práctico de mantener relaciones con tales sujetos, no podía ser más que nulo.
Era ya de suyo grave, que la política aliancista del Reich en la época de la anteguerra, hubiese acabado –debido a la falta de un propósito propio de acción ofensiva-por constituir una “sociedad defensiva” con Estados veteranos ha tiempo relegados por la historia mundial. Tanto la alianza con Austria, como la pactada con Turquía, tenían muy poco de satisfactorio. Mientras las más grandes potencias militares e industriales del orbe se asociaban en torno a un plan activo de agresión, nosotros nos empeñábamos en reunir unos cuantos Estados viejos y ya impotentes, para tratar de afrontar con aquellas ruinas, la acción de la coalición mundial. Alemania pagó muy caro el error de su política exterior; sin embargo, esta experiencia no parece haber sido lo suficientemente amarga para prevenir que nuestros eternos ilusionistas caigan en el error de siempre. Ya se trate de una liga de pueblos oprimidos, de una sociedad de naciones o de cualquiera otra nueva quimérica intervención, siempre se hallarán a pesar de todo, miles de espíritus crédulos.
Conservo fresco el recuerdo de las expectativas pueriles y no menos incomprensibles que surgieron, bruscamente en los círculos nacionalracistas allá por los años 1920-1921; decíase que Inglaterra hallábase en la India al borde de la catástrofe. Unos cuantos titiriteros asiáticos o, si se quiere, también, verdaderos “campeones de la libertad” hindú, que por entonces pululaban en Europa, habían logrado convencer incluso a gente sensata de la absurda idea de que el imperio británico estaba efectivamente frente a la ruina inminente en la India, que es el gozne –por decirlo así- de su poderío colonial.
Es realmente infantil suponer que en Inglaterra no se hubiese sabido apreciar en su justo valor la significación que tiene la India para la unión británica mundial. Y sólo demuestra no haber aprendido nada de las enseñanzas de la guerra, ni menos llegado a comprender y reconocer la entereza anglosajona, el imaginar que Inglaterra pudiese resignarse a perder la India sin antes arriesgarlo todo. Por otra parte, constituye una prueba de la completa ignorancia que manifiesta el alemán respecto a la manera cómo el inglés sabe penetrar y administrar ese enorme dominio.
Inglaterra perdería la India, sólo cuando en su mecanismo administrativo resultase ella misma víctima de un proceso de descomposición racial (eventualidad que para la India queda por el momento fuera de toda discusión) o bien si fuese vencida por un enemigo poderoso. Pero los agitadores hindúes no lo conseguirán jamás. ¡Por propia experiencia sabemos nosotros hasta la saciedad, cuán difícil es llegar a reducir a Inglaterra! Aun prescindiendo de esto, yo como germano preferiré siempre, a pesar de todo, ver la India bajo la dominación inglesa que bajo otra cualquiera.
No menos insignificantes son las esperanzas cifradas en el mitológico levantamiento del Egipto contra Inglaterra. Como nacionalista que aprecia el valor humano conforme a principios raciales y sabe de la inferioridad de esas llamadas “naciones oprimidas”, no puedo, desde luego, identificar la suerte de mi pueblo con la de esos países. Exactamente el mismo criterio tenemos que mantener con respecto a Rusia. La Rusia actual despojada de su clase dirigente de origen germano, no puede –aparte de lo que en sí persiguen sus nuevos soberanos-servir jamás de aliado en la lucha libertaria del pueblo alemán. Desde el punto de vista militar serían realmente catastróficas las circunstancias, en el caso de una guerra de Alemania y Rusia, coaligadas contra la Europa occidental y, probablemente, contra todo el resto del mundo. La lucha se desarrollaría sobre territorio alemán sin que Alemania recibiese de Rusia ni el más mínimo concurso eficaz. Además, en el caso de una tal guerra, Rusia tendría que arrollar previamente a Polonia para poder llevar el primer soldado ruso a un frente de batalla germánico. Pero, propiamente, no se trataría, en primer término, de recibir soldados del aliado ruso, sino ante todo, material bélico. El rol de Rusia sería totalmente nulo como factor técnico y habría de repetirse lo que pasó en la guerra mundial, en la que la industria alemana fue esquilmada para atender a nuestros gloriosos aliados, de modo que la guerra técnica tuvo que sostenerla Alemania casi sola. A la motorización general del mundo, que caracterizará la guerra del futuro en una medida asombrosa, casi nada podríamos oponer nosotros. Es un hecho que en este tan importante ramo, Alemania manifiesta un vergonzoso atraso y que de lo poco que posee, tendría que proveer todavía a Rusia, país que, hoy mismo, no cuenta con una fábrica propia capaz de producir un automóvil en forma.
Fuera de todo esto, no debe olvidarse jamás que el judío internacional, soberano absoluto de la Rusia de hoy, no ve en Alemania un aliado posible, sino sólo un Estado predestinado a la misma suerte política. Alemania constituye para el bolchevismo el gran objetivo inmediato de su lucha. Se requiere todo el vigor de una idea nueva, encarnando una misión, para arrancar una vez más a nuestro pueblo de la estrangulación de esta serpiente internacional y poner atajo a la contaminación de nuestra sangre, a fin de que las energías de la nación, de este modo libertadas, puedan ser dedicadas a garantizar la seguridad de la patria alemana, previniendo hasta en el más lejano futuro, catástrofes como las últimas. Y si se persigue esta finalidad sería una locura aliarse con un Estado que tiene por soberano al enemigo mortal de nuestro porvenir.
Confieso francamente, que ya en la época de la anteguerra, me habría parecido más conveniente que Alemania, renunciando a su insensata política colonial y, consiguientemente, al incremento de su flota mercante y de guerra, hubiese pactado con Inglaterra en contra de Rusia y pasado así de su trivial política cosmopolita, a una política europea resuelta, de tendencia territorial en el continente. No olvido la amenaza constante y provocativa que la Rusia paneslavista de entonces, osara hacer a Alemania; no olvido los frecuentes ensayos de movilización, cuyo objeto no era otro que provocarnos; tampoco puedo olvidar el estado de ánimo de la opinión pública rusa, que ya antes de la guerra, exageraba sus ataques llenos de odio contra nuestro pueblo y el Imperio, y menos aún puedo olvidar la actitud de la gran prensa que en Rusia, deliraba por Francia.
Pero no obstante todo esto, habría existido antes de la guerra todavía una segunda posibilidad: la de tratar de apoyarse en Rusia para hacer frente a Inglaterra. Hoy son otras las circunstancias. El proceso de consolidación en el que al presente, se encuentran empeñadas las grandes potencias, es para nosotros el último toque de alarma instándonos a reaccionar, a fin de que nuestro pueblo vuelva del sueño a la dura realidad, y nos muestre el único camino del porvenir capaz de conducir el Reich a una época de nueva prosperidad. Si el movimiento nacionalsocialista, haciendo conciencia de la magnitud y de la importancia de esta misión, se desembaraza de ilusiones y deja prevalecer solamente la razón, es posible entonces que un día, la catástrofe de 1918 se convierta en una infinita bendición para el futuro de nuestro pueblo. Del desastre puede llegar la nación alemana a una orientación totalmente nueva de su política exterior y luego, interiormente consolidada por una nueva ideología, alcanzar una definitiva estabilización de política internacional. Entonces podrá por fin Alemania tener aquello que Inglaterra tiene y que la misma Rusia poseyó y que a Francia le permitió adoptar decisiones siempre análogas y siempre convenientes en el fondo a la defensa de sus intereses: un testamento político.
El testamento político de la nación alemana, para su conducta de política externa, ha de rezar lógicamente como sigue: No tolerar jamás la formación de dos potencias continentales en Europa. Ver siempre el peligro de una agresión contra Alemania en cualquier tentativa de organizar ante las fronteras alemanas una segunda potencia militar, aunque sólo fuese en forma de un Estado capaz de llegar a serlo, y ver también en ello, no sólo el derecho, sino también el deber de impedir por todos los medios y hasta valiéndose del recurso de las armas, la creación de tal Estado, y si éste ya existiese, destruirlo sencillamente. Velar por que la potencialidad de nuestro pueblo no resida en dominios coloniales, sino en el suelo patrio del continente mismo. No considerar jamás asegurado el Reich, mientras éste no sea capaz de darle a cada nuevo descendiente de nuestro pueblo, a través de los siglos, la parcela que le corresponde. Finalmente, no olvidar nunca que el más sagrado de los derechos sobre la tierra, es el derecho al suelo que se quiere labrar con el propio esfuerzo, y el más sagrado de los sacrificios la sangre que por ese suelo se vierte.
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En el capítulo anterior he señalado a Inglaterra e Italia como los dos únicos Estados de Europa hacia los cuales podría ser deseable y promisorio el acercamiento de Alemania. Brevemente delinearé ahora la importancia militar de una alianza tal. Las consecuencias resultantes de este pacto, significarían en todo orden, militarmente hablando, lo diametralmente opuesto de lo que sería en el caso de una alianza con Rusia. Lo primordial es el hecho de que un acercamiento a Inglaterra e Italia, no implica en sí el peligro de una guerra. Francia que sería la única potencia interesada en asumir una actitud opuesta al pacto, prácticamente no estaría en condiciones de hacerlo; pues, ya no tendría la iniciativa de obrar porque estaría en manos de la nueva liga europea anglo-alemán-italiana.
Pero tal vez tendría una significación mayor el hecho de que la nueva coalición, agruparía países dotados de una capacidad técnica susceptible hasta cierto punto de una recíproca complementación. Seguramente, son grandes las dificultades que se oponen a la realización de una liga semejante; mas, cabría preguntar si la formación de la Entente fue obra menos difícil. Aquello que el fue posible a un Eduardo VII, contrariando en parte intereses naturales, podremos lograrlo también nosotros si es que, convencidos de la necesidad de una tal evolución, adaptamos a ella nuestro proceder inteligentemente concebido.
Naturalmente que hoy por hoy estamos a merced del ladrido furioso de los enemigos interiores de nuestro pueblo. Nosotros, los nacionalsocialistas, jamás hemos de dejar que se nos impida proclamar aquello que, de acuerdo con nuestra más íntima convicción, sea indispensable. Ciertamente, que la actualidad, tenemos que ir contra la corriente de la opinión pública sugestionada por el ardid judío, que, sabe explotar la ingenuidad alemana, y es cierto también, que, muchas veces, el oleaje se estrella terriblemente contra nosotros; mas, es sabido, que quien va con la corriente pasará menos apercibido que aquel que se lanza contra ella. Hoy por hoy, somos un simple escollo, pero, en contados años, el destino podrá convertirnos en un dique donde se rompa la corriente general, para seguir por un nuevo lecho.